Tras un largo año de espera,
muchos preparativos, quebraderos de cabeza, trámites burocráticos, posibles
itinerarios y cientos de emails preguntando y repreguntando, hoy por fin había
llegado el día. No iba a ser un viaje más, de eso estaba convencido, ya que ni
el destino ni los días que marchaba eran lo usual hasta ahora. Marchaba treinta
y cinco días de viaje, tiempo que emplearía en visitar dos países, Tíbet y
Nepal.
Tengo que reconocer que Tíbet es
un destino que siempre había tenido guardado en mi cabeza. No era ni mucho
menos la primera vez que había soñado con la posibilidad de visitarlo, ya que
en mi viaje a China hace dos años, ya estuve contemplando la posibilidad de
visitarlo, pero por aquella época las restricciones para entrar al país (país,
por mucho que se empeñe el gobierno chino en demostrar lo contrario) eran más
estrictas que las actuales, y decidí dejarlo por el momento. Pero este año se
presentó la oportunidad de visitar Nepal, y tras informarme sobre los
requisitos para visitar Tíbet, comprobé que el gobierno chino había suavizado
en parte los requisitos para entrar, así que no me lo pensé dos veces, esta
oportunidad no la podía dejar escapar.
Lo primero que tengo que decir es
que viajar a Tíbet no es barato, pero puedo asegurar que vale la pena todo el
dinero que uno necesita para viajar al país.
Viajar a Tíbet solo por tu cuenta
no es posible a día de hoy, ya que el gobierno chino no permite que viajes solo
por el país, así que estás obligado a contactar con una agencia y ella es la
que tiene que tramitarte todos los permisos y visados para entrar a Tíbet. Esto
es algo que me echaba para atrás, ya que es algo que siempre he odiado, pero si
quieres visitar el país no hay nada más que hacer, o lo tomas o lo dejas.
Una vez aceptado que tenía que
contactar con una agencia, intenté que fuese lo más alternativa posible, y una
cosa que tenía bien clara es que esta tenía que ser una agencia tibetana. He de
decir que una vez estuvimos tanto en China como en Nepal, en los dos sitios hay
montones de agencias que te tramitan los visados y permisos, así que mucha
gente decide volar hasta allí y una vez sobre el terreno, prepara su viaje a
Tíbet. Pero yo me puse a investigar y tras revisar varias páginas y blogs de
viajes, conseguí encontrar información muy positiva sobre una agencia tibetana,
Tibetan Guide (http://www.tibetanguide.com/). Me puse en contacto con ellos y
enseguida me contestaron. Tras varios emails y varios posibles itinerarios,
decidí que habíamos encontrado la agencia definitiva, haríamos nuestra visita a
Tíbet con ellos.
La única forma de entrar al país
es por dos sitios, China o Nepal. Dhondup, el jefe de la agencia, nos recomendó
entrar por China, así que fue la opción que elegimos. Lo primero que teníamos
que hacer era solicitar el visado para China. Para ello, tuvimos que presentar
en la embajada china nuestra reserva de vuelos, y aquí teníamos nuestro primer
problema, ya que entrábamos por Chengdu (China) y salíamos por Katmandú
(Nepal). No estábamos seguros si nos pondrían problemas, pero tuvimos suerte y
no nos pusieron pegas. Además de los vuelos, tuvimos que presentar las reservas
de los hoteles que íbamos a usar durante nuestra estancia en el país. Nosotros
únicamente íbamos a Chengdu a recoger nuestro permiso de entrada a Tíbet, así
que solo íbamos a estar una noche. Lo que hicimos fue hacer una ruta ficticia
de unos veinte días, hicimos las reservas de los hoteles a través de
Booking.com, lo presentamos en la embajada junto con los billetes de avión, y
una vez nos concedieron el visado anulamos todas las reservas de hotel.
Con el visado chino en nuestro
poder, sólo nos quedaba enviar a Dhondup nuestro pasaporte junto con el visado
que nos habían concedido escaneado, y él se encargaría de tramitar todos los
permisos que necesitábamos. Una vez Dhondup consiguió nuestros permisos,
necesitaba una dirección en China para poder enviarlos. Hicimos ahora sí una
reserva real en un hostel de Chengdu, donde nos enviaron nuestro permisos de
entrada a Tíbet. Por fin, tras varios meses de incertidumbre y nervios parecía
que habíamos conseguido nuestro objetivo, teníamos todo lo necesario para
entrar a Tíbet.
Después de quince horas de viaje,
llegábamos por fin a nuestro primer destino, la ciudad de Chengdu. Todo eran
nervios y cierta preocupación, ya que aunque Dhondup nos había escrito un par
de días antes comentando que había enviado nuestros visados a nuestro hostel,
aún no los teníamos en nuestras manos. Tras hacer los trámites de entrada al
país, una chica del hostel nos estaba esperando en el aeropuerto para llevarnos
hasta él. Habíamos reservado una noche en el Flipflop Chengdu Hostel, un
agradable hostel situado bastante cerca del centro de la ciudad. Una vez
llegamos a él, la pregunta del millón, ¿por
favor, habéis recibido un paquete a mi nombre?. Tras varios momentos de
duda por parte de las chicas de recepción, una de ellas marchó hacia una
habitación y trajo consigo un sobre a mi nombre, ahora ya sí que era una
realidad, Tïbet nos esperaba!!!!!
Tras dejar las mochilas en
nuestra habitación, nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad, aunque sin
ninguna pretensión, ya que entre que el cansancio del viaje, más que al día
siguiente teníamos que levantarnos a las 3:30 h de la madrugada para coger
nuestro vuelo a Lhasa, no nos dejaba mucho margen de visita.
Nada más salir de nuestro hostel
y ponernos a pasear, comenzamos a encontrar señales de donde nos encontrábamos,
y es que China nunca te deja indiferente, ya sea viajando un mes (como nuestra
primera visita) o unas pocas horas, como era esta vez.
Fuimos paseando por el río hasta
llegar a Tianfu Square, el centro de la ciudad, donde nos recibía su imponente
estatua de Mao Zedung.
La verdad que el paseo fue bastante tranquilo, y Chengdu
me pareció una ciudad bastante limpia y tranquila en comparación con lo que
habíamos visto en China la última vez que habíamos estado.
Fuimos a comer algo
rápido por el centro y nos dispusimos a volver hacia nuestro hostel, ya que el
cansancio era ya más que evidente, pero aquí comenzó nuestra pequeña odisea por
las calles de Chengdu.
Quisimos volver por un sitio diferente del que habíamos venido, ya que habíamos dado una vuelta considerable, y cuando nos dimos cuenta, no teníamos ni idea de donde estábamos. Tras preguntar cientos y cientos de veces, con cientos y cientos de respuestas diferentes, optamos finalmente por coger un taxi, no sin antes vivir de nuevo otra odisea, ya que ningún taxista nos quería parar, y el que paraba, al comentar donde queríamos ir, nos decían que no sabían. Tras varios momentos complicados, ya que estábamos completamente perdidos (que difícil es orientarse en China!!!!), dimos con un buen samaritano, un taxista que se apiadó de nosotros y nos llevó a nuestro hostel. Nuestra visita a China fue corta, pero nos trajo buenos recuerdos de nuestro anterior viaje al país. Estoy convencido de que algún día volveré a este país increíble, pero esta vez solo era un puro trámite. Al día siguiente salíamos rumbo a nuestro verdadero destino, Tíbet. El sueño comenzaba a hacerse realidad.
Quisimos volver por un sitio diferente del que habíamos venido, ya que habíamos dado una vuelta considerable, y cuando nos dimos cuenta, no teníamos ni idea de donde estábamos. Tras preguntar cientos y cientos de veces, con cientos y cientos de respuestas diferentes, optamos finalmente por coger un taxi, no sin antes vivir de nuevo otra odisea, ya que ningún taxista nos quería parar, y el que paraba, al comentar donde queríamos ir, nos decían que no sabían. Tras varios momentos complicados, ya que estábamos completamente perdidos (que difícil es orientarse en China!!!!), dimos con un buen samaritano, un taxista que se apiadó de nosotros y nos llevó a nuestro hostel. Nuestra visita a China fue corta, pero nos trajo buenos recuerdos de nuestro anterior viaje al país. Estoy convencido de que algún día volveré a este país increíble, pero esta vez solo era un puro trámite. Al día siguiente salíamos rumbo a nuestro verdadero destino, Tíbet. El sueño comenzaba a hacerse realidad.
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