La primera idea que teníamos para
nuestro segundo día en Zhangjiajie era visitar el monte Tianmen, pero nada más
levantarnos, vimos que el día se presentaba mucho peor que el anterior, ya que
la niebla era aún mucho más espesa, y la previsión era de lluvia para todo el
día. No teníamos muy claro que hacer, ya que el día anterior, al no tener mucha
suerte con el tiempo, más todos los infortunios acumulados, teníamos la
sensación de no haber visto prácticamente nada del parque. Dudamos que hacer
hasta última hora, hasta que finalmente decidimos regresar al parque, ya que
teníamos la entrada para tres días, y como el tiempo era aún peor que el día
anterior, pensamos que para ir a Tianmen y no ver nada (entrada 220¥ por el
hostel), lo mejor era volver al parque y ver que nos encontrábamos. Para llegar
al parque en transporte público (opción que recomiendo), tomamos un taxi hasta
la estación de bus (10¥), y una vez allí, preguntamos por el bus hacia el
parque (10¥), y en 45 minutos estábamos de nuevo en la misma entrada del día
anterior, esperando tener algo de más suerte. Nada más llegar, ya vimos que el
día pintaba bastante mal, ya que los primeros picos de la ruta que ayer veíamos
con algo de dificultad, hoy estaban prácticamente tapados por la niebla. Comenzamos
la ruta igual que el día anterior, pensando en llegar a los miradores del monte
Hallelujah, y una vez allí, irnos directamente a coger el bus hacia la segunda
parte de miradores que no pudimos ver el día anterior por el pequeño percance
del bus. Al no parar para hacer fotos, llegamos rápidamente al atajo de las
escaleras, y como teníamos que quemar los phoskitos chinos que habíamos
comprado para desayunar, no dudamos en volver a subirlos sin problema.
Mientras subíamos, un grupo de chicas jovencitas nos pararon para hacerse unas fotos con nosotros, y entre risa y risa, fuimos dejándolas atrás y comenzando a sudar de una manera sobrehumana debido a la humedad tan alta que hacía en el parque. Una vez llegamos a la zona de los miradores, vimos claramente que no había nada que hacer allí, ya que la niebla no dejaba ver absolutamente nada, así que rápidamente nos fuimos para la zona de buses, ya que teníamos intención de visitar la zona que no pudimos ver el día anterior.
Antes de subir al bus, y con la experiencia del día anterior en mi cabeza subiendo mis pulsaciones a límites preocupantes, pregunté mapa escrito en chino en mano al encargado de los buses sí el bus que había esperando nos llevaba a la zona que queríamos visitar, y con un gesto afirmativo de cabeza, nos subimos a él. Como no me fiaba ni un pelo, mapa en mano le pregunto al conductor si él va hacia los miradores que queremos visitar, y con un gesto amable me dice que sí. Por señas le digo que si es tan amable de avisarme cuando lleguemos allí, y con un guiño simpático me dice que sí; todo iba sobre ruedas. Como el asiento justo al lado suyo iba vacío, decido sentarme en él, de manera que estaba sentado perpendicularmente a él, pensando….hoy sí, hoy es imposible que la historia salga mal. No hace falta decir que en 45 minutos de recorrido, volvíamos a estar en el mismo punto del día anterior, volvíamos a estar en el teleférico de Tianzishan. Yo no quería creerlo, no podía ser verdad, por segundo día consecutivo estábamos en la otra punta del parque. Como no daba crédito, me dirijo al conductor mapa en mano y le digo que porque no me ha parado donde le había dicho, y sin mover músculo de la cara, me señala el punto donde nos encontramos. “Ya sé donde estoy, chino ca...… te estoy preguntando porqué no me has parado donde te he dicho”. Evidentemente no me hizo ni caso, pero conforme nos íbamos alejando del bus, al parecer no estaba en paz consigo mismo, y con un gesto me señala que volvamos al bus, que nos lleva hacia allí, a lo que desde lo más profundo de mi salió un….”vete a cagar!!!!”, total, que después de 24 horas, volvíamos a estar en el mismo punto del día anterior, el teleférico Tianzishan. Como el día anterior lo habíamos cogido para bajar al parking, mirando el mapa del parque vimos que de allí mismo salía un sendero que llegaba hasta este con varios miradores, así que como teníamos tiempo de sobra, nos decidimos a hacerlo a pie. Antes de empezar a bajar, preguntamos a un trabajador del parque el tiempo que llevaba hacer el camino, y con cara de asombro nos dice que unas cuatro horas, que era muy largo. Yo volvía a tener dudas, ya que en el mapa no marcaba tanto tiempo, así que me decido a preguntar a una guía china que bajaba por el mismo sendero con un grupo bastante grande de gente. Al preguntarle, me dice que una hora, así que mi conclusión fue clara, el camino duraba entre una y cuatro horas.
Mientras subíamos, un grupo de chicas jovencitas nos pararon para hacerse unas fotos con nosotros, y entre risa y risa, fuimos dejándolas atrás y comenzando a sudar de una manera sobrehumana debido a la humedad tan alta que hacía en el parque. Una vez llegamos a la zona de los miradores, vimos claramente que no había nada que hacer allí, ya que la niebla no dejaba ver absolutamente nada, así que rápidamente nos fuimos para la zona de buses, ya que teníamos intención de visitar la zona que no pudimos ver el día anterior.
Antes de subir al bus, y con la experiencia del día anterior en mi cabeza subiendo mis pulsaciones a límites preocupantes, pregunté mapa escrito en chino en mano al encargado de los buses sí el bus que había esperando nos llevaba a la zona que queríamos visitar, y con un gesto afirmativo de cabeza, nos subimos a él. Como no me fiaba ni un pelo, mapa en mano le pregunto al conductor si él va hacia los miradores que queremos visitar, y con un gesto amable me dice que sí. Por señas le digo que si es tan amable de avisarme cuando lleguemos allí, y con un guiño simpático me dice que sí; todo iba sobre ruedas. Como el asiento justo al lado suyo iba vacío, decido sentarme en él, de manera que estaba sentado perpendicularmente a él, pensando….hoy sí, hoy es imposible que la historia salga mal. No hace falta decir que en 45 minutos de recorrido, volvíamos a estar en el mismo punto del día anterior, volvíamos a estar en el teleférico de Tianzishan. Yo no quería creerlo, no podía ser verdad, por segundo día consecutivo estábamos en la otra punta del parque. Como no daba crédito, me dirijo al conductor mapa en mano y le digo que porque no me ha parado donde le había dicho, y sin mover músculo de la cara, me señala el punto donde nos encontramos. “Ya sé donde estoy, chino ca...… te estoy preguntando porqué no me has parado donde te he dicho”. Evidentemente no me hizo ni caso, pero conforme nos íbamos alejando del bus, al parecer no estaba en paz consigo mismo, y con un gesto me señala que volvamos al bus, que nos lleva hacia allí, a lo que desde lo más profundo de mi salió un….”vete a cagar!!!!”, total, que después de 24 horas, volvíamos a estar en el mismo punto del día anterior, el teleférico Tianzishan. Como el día anterior lo habíamos cogido para bajar al parking, mirando el mapa del parque vimos que de allí mismo salía un sendero que llegaba hasta este con varios miradores, así que como teníamos tiempo de sobra, nos decidimos a hacerlo a pie. Antes de empezar a bajar, preguntamos a un trabajador del parque el tiempo que llevaba hacer el camino, y con cara de asombro nos dice que unas cuatro horas, que era muy largo. Yo volvía a tener dudas, ya que en el mapa no marcaba tanto tiempo, así que me decido a preguntar a una guía china que bajaba por el mismo sendero con un grupo bastante grande de gente. Al preguntarle, me dice que una hora, así que mi conclusión fue clara, el camino duraba entre una y cuatro horas.
Sin duda, la montaña seguía todos
nuestros movimientos desde el día anterior, y nada más comenzar a bajar por el
que sería nuestro último sendero en el parque, quiso premiar nuestra
insistencia con un regalo en forma de espectáculo natural.
Prácticamente sin querer, llegamos al mirador Warrior Taming Horse, donde pudimos ser testigos de uno de esos espectáculos que la naturaleza regala. Sus picos puntiagudos jugaban con las nubes y la niebla, dejándonos ver sus picos y montañas cuando ella quería, y ocultándolos cuando creía conveniente. Un espectáculo mágico, imposible de explicar. Una maravilla de lugar, aquel paisaje encantado que uno siempre se imagina de pequeño cuando lee algún cuento de bosques encantados y que ahora tenía delante de mis ojos, una auténtica delicia para la los sentidos que la montaña quiso regalarnos por unos instantes y que yo no quería que se acabara nunca.
Después de aquella maravilla que compensó todos los infortunios que habíamos tenido, seguimos con nuestro camino, viendo diferentes vistas de la montaña por todos los miradores que salían a nuestro paso.
El camino nos llevó tres horas recorrerlo, contando una media hora larga que estuvimos parados en el mirador de Warrior Taming Horse, más otro rato que aprovechamos para comer un poco más debajo de este. El camino de bajada se puede hacer algo pesado, ya que aunque es imposible saber el número de escaleras que llegamos a bajar, puedo decir que estuvimos más de una hora bajando escaleras sin parar con una humedad asfixiante, aunque sin duda fue la parte del parque que más disfruté.
Una vez llegamos al parking, cogimos el bus dirección a salida, y como ya teníamos experiencia, todo fue mucho más rápido. Bus hasta la estación (1¥), y una vez allí bus hasta el pueblo (11¥), que esta vez sí, nos dejó en la puerta de nuestro hostel después de 45 minutos de viaje. Una vez llegamos al pueblo, fuimos a comprar los billetes de tren (18¥) para nuestro siguiente destino, Jishou.
Prácticamente sin querer, llegamos al mirador Warrior Taming Horse, donde pudimos ser testigos de uno de esos espectáculos que la naturaleza regala. Sus picos puntiagudos jugaban con las nubes y la niebla, dejándonos ver sus picos y montañas cuando ella quería, y ocultándolos cuando creía conveniente. Un espectáculo mágico, imposible de explicar. Una maravilla de lugar, aquel paisaje encantado que uno siempre se imagina de pequeño cuando lee algún cuento de bosques encantados y que ahora tenía delante de mis ojos, una auténtica delicia para la los sentidos que la montaña quiso regalarnos por unos instantes y que yo no quería que se acabara nunca.
Después de aquella maravilla que compensó todos los infortunios que habíamos tenido, seguimos con nuestro camino, viendo diferentes vistas de la montaña por todos los miradores que salían a nuestro paso.
El camino nos llevó tres horas recorrerlo, contando una media hora larga que estuvimos parados en el mirador de Warrior Taming Horse, más otro rato que aprovechamos para comer un poco más debajo de este. El camino de bajada se puede hacer algo pesado, ya que aunque es imposible saber el número de escaleras que llegamos a bajar, puedo decir que estuvimos más de una hora bajando escaleras sin parar con una humedad asfixiante, aunque sin duda fue la parte del parque que más disfruté.
Una vez llegamos al parking, cogimos el bus dirección a salida, y como ya teníamos experiencia, todo fue mucho más rápido. Bus hasta la estación (1¥), y una vez allí bus hasta el pueblo (11¥), que esta vez sí, nos dejó en la puerta de nuestro hostel después de 45 minutos de viaje. Una vez llegamos al pueblo, fuimos a comprar los billetes de tren (18¥) para nuestro siguiente destino, Jishou.
Jishou en realidad no era nuestro
destino final, ya que este era Dehang, pero necesitábamos ir hasta Jishou ya
que desde allí salían los buses hacia Dehang. Para comprar lo billetes, pedimos
en el hostel que nos escribieran en caracteres chinos la frase “necesitamos comprar dos billetes de tren
desde Zhangjiajie a Jishou” (algo imprescindible para poder moverte por tu
cuenta), y con nuestro papel en mano, nos dirigimos a las taquillas del tren,
donde una vez le enseñamos nuestro papel, nos enseñaron en la pantalla del
ordenador que teníamos justo delante nuestro todos los horarios hacia Jishou,
así que solo tuvimos que elegir el horario, entregar nuestro pasaporte y listo,
todo muy rápido y fácil. Lo divertido fue que al llegar a la ventanilla, éramos
los únicos que estábamos en la fila. Mientras la chica nos rellenaba los datos
en el ordenador, me dio por girar la cabeza hacia atrás, y en menos de un
minuto que llevábamos allí había más de quince cabezas mirando nuestras
gestiones, molestándose unos a otros, buscando la mejor posición posible para
enterarse todos hacia donde íbamos, que hacíamos, quienes éramos……una imagen de
chiste. Después de comprar los billetes nos fuimos hacia el hostel, y después
de una ducha bien merecida, nos fuimos sin pensarlo al restaurante del día
anterior, ya que llevaba todo el día soñando con la fideuá china, aunque esa
noche tuvo un gran competidor por el plato estrella del viaje, un costillar de
cerdo en salsa de almendras que todavía me pone los pelos de punta,
delicioso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario