lunes, 13 de agosto de 2012

Día 10 – Zhangjiajie

La segunda parte de nuestro viaje la íbamos a dedicar a descubrir una China mucho menos visitada por el turismo occidental, una China mucho más rural y menos masificada de turistas, aunque esto último es difícil de decir en un país con tanta gente, que cada vez más, está abierta a descubrir las maravillas de su país. Nuestra siguiente parada era el Parque Nacional de Zhangjiajie, declarado patrimonio mundial natural desde 1992, y uno de esos pequeños rincones del mundo que sin duda merecen ser visitados alguna vez, ya que por mucho que se quiera escribir sobre ellos, nunca se podrá explicar la magia que transmiten cuando te encuentras en ellos.


Reconozco que antes de empezar a preparar mi viaje a China, nunca había oído hablar sobre este lugar, y fue mientras preparaba posibles rutas cuando lo descubrí. Es una zona poco visitada por el turismo occidental como ya he comentado, y es algo que te das cuenta nada más pisar la ciudad, ya que es poco frecuente cruzarte con alguien que no tenga los ojos rasgados, pero he de confesar que desde el primer momento que comencé a leer sobre este lugar, enseguida me sentí atraído por él. La fama mundial de Zhangjiajie le llegó de la mano del director de cine James Cameron, ya que fue en las montañas de Zhangjiajie donde se inspiró para crear el mundo de Pandora de su aclamada película Avatar. Es frecuente ver muchas referencias de la película por todo el parque, y lo curioso es que cuando estás perdido por sus rincones, te vienen a la cabeza imágenes de la película constantemente.


El parque es enorme, así que si se quiere recorrer en su totalidad se necesitan mínimo de dos a tres días como mínimo. La entrada es bastante cara (240¥) aunque la entrada es válida para tres días, y da derecho a usar todos los buses del parque que conectan los diferentes puntos de visita. Dentro del parque, podemos encontrar otros dos medios de transporte además de los buses, un teleférico (Tianzishan Cableway, 52¥) y un ascensor (56¥), estos no están incluidos dentro del precio de la entrada. La noche anterior estuvimos preparando un poco la visita con la chica del hostel que nos estuvo marcando en un mapa del parque las zonas más interesantes para visitar, todos los trayectos que nos aconsejaba ver, los transportes, los tiempos, en fin, un planning detallado que vaticinaba una visita del todo relajada e interesante, nada podía fallar…… pero olvidábamos una regla de oro, estábamos en China.
Para nuestra primera visita del día, teníamos planeado visitar la zona del monte Hallelujah, es la zona que comprende los miradores de The golden whip crag, Enchanting stand, Hearts linking bridge, Celestial tortoise looks up the heaven y Five ladies expedition. Para llegar al parque, desde el hostel nos ofrecieron llevarnos en coche hasta la entrada por 30¥, así que aceptamos. Las previsiones no eran muy halagüeñas, ya que desde primera hora de la mañana la lluvia hizo acto de presencia, pero lo peor de todo era la niebla tan densa que nos íbamos encontrando conforme subíamos hacia las montañas, algo que pudimos confirmar nada más llegar a la entrada del parque (35 min. en coche).


Una vez llegados al parque y con nuestras entradas en mano, nos fuimos directamente a los tornos que dan acceso al parque, algo que me llamó mucho la atención (¿quien dijo que no se podía poner puertas al campo?). Con nuestro mapa señalado, chubasqueros y cámara en mano, comenzamos a caminar entre montañas y ríos, puentes de madera y paisajes de ensueño que la niebla estaba decidida a estropearnos.


 



La primera parte de la visita está literalmente llena de turistas Chinos, y mientras íbamos caminando, nos saludaban constantemente y nos paraban para hacernos fotos con ellos (algo que reconozco que me encantaba), así que sin darnos cuenta, llegamos a un atajo a mano izquierda, donde tras una hora de subida (más de 2000 escalones), te deja justo en el comienzo de los miradores que queríamos visitar, y ya de paso, evitas la masificación de turistas chinos que se dirigen a coger el ascensor del parque.



Una vez cogimos el atajo, mientras subía los escalones, un turista chino me da la bienvenida a China, y tras un pequeño saludo (su inconfundible “hallo” que tanto me gusta) comenzamos una conversación en la lengua de Shakespeare digna de estudio. Entre risa y risa hablamos un poco de todo, de fútbol (muchos no conocen España, pero todos conocen a Iniesta, Messi, Casillas…..), de trabajo, de la cultura en China, y de pampana. Muchos os preguntareis que es pampana, yo también lo hice, “¿pampana?, no se que es pampana”, a lo que el chino me dice, “yes, pampana”, y tras ponerse sus dedos índices en forma de cuernos en la cabeza me dice, “pampana, people run street, bulls…. Hostia, “Pamplona!!! Jajajaja!!!!” El chino era un apasionado de los toros, y le encantaban los San Fermines!!!! Antes de llegar a nuestro destino nos despedimos, no sin antes presentarme a su mujer y a toda su familia con una sonrisa de oreja a oreja. La conversación fue tan agradable que sin darme cuenta había llegado a mi destino, el comienzo de los miradores.


Al llegar a ellos, mis peores presagios se habían cumplido, y la niebla no dejaba ver prácticamente nada. Poco a poco fuimos recorriendo los miradores, maravillándonos de lo poco que podíamos ver.




Fuimos avanzando entre las montañas sin cansarnos de admirarlas, de fotografiarlas, de volverlas a mirar una y otra vez, hasta que llegamos al puente natural, el No.1 Natural bridge in the World, donde comenzó a llover bastante fuerte, con lo que aprovechamos para parar a comer escondidos entre unos árboles, esperando que  la lluvia nos diese algo de tregua.



Después de unos 45 minutos, la lluvia paró un poco, así que continuamos nuestra marcha hasta llegar a la montaña de los candados (Lock Mountain).


En esta parte del parque, nos encontramos con cientos de miles de candados colgados en las barandillas, unos encima de otros, que la gente deja como símbolo de su amor, o como símbolo de longevidad.


A esta hora del día (14:30 h), la niebla era ya tan espesa que no veíamos prácticamente nada, así que decidimos irnos a visitar la otra parte del parque que teníamos previsto visitar, por si teníamos algo más de suerte. Nos fuimos hacia la zona de buses, y una vez allí, me fui directo a preguntar a la persona que se encargaba de los buses, y señalando mi mapa (mapa en chino), le pregunto que bus se dirige a la zona señalada. Después de leer mi mapa, me señala el bus que debemos coger, así que sin más, nos subimos a él. La zona que queríamos visitar no estaba muy alejada de la zona donde estábamos, así que una vez montados, y tras ver que el trayecto comienza a durar más tiempo del conveniente, algo en mi interior comienza a ver claramente que no vamos bien. El trayecto se hacía cada vez más y más largo, con curvas y más curvas, en las que cada vez que tomábamos una me decía a mí mismo, esta es la última, ya estamos, ahora sí, esta es la última……A estas alturas ya estaba más que seguro que el trayecto que llevábamos no correspondía con el mapa que tenía, así que después de unos 40 minutos de trayecto, llegamos a un parking donde nos hicieron bajar. Nada más bajar me fui directo a preguntar con mi mapa en mano donde estábamos, y al preguntar a un conductor que había por allí, me señaló el lugar exacto donde estábamos, justo en la otra punta del parque. Si pillo en ese momento al chino del aparcamiento lo tiro montaña abajo. Sin comerlo ni beberlo, estábamos en la otra punta del parque, que ni siquiera nos habíamos planteado visitar porque estaba demasiado lejos. Total que las horas que eran ya no nos daba tiempo de volver al otro lado, y ya que todo el parque estaba tapado por la niebla y no se veía nada, no tuvimos más remedio que coger el teleférico, Tianzishan Cableway (52¥), y bajar hasta el aparcamiento para intentar coger el bus ya de regreso a nuestro hostel. Al llegar abajo, había dos posibles buses, uno que te llevaba a otra parte del parque, y el que queríamos coger nosotros, que te llevaba a la salida de este. Vuelvo a dirigirme a uno de los encargados de los buses, ya que todos los buses están en chino y es literalmente imposible saber cual hemos de coger, así que señalando la parte del mapa a la que queremos ir, me señala el bus que hay justo esperando en la parada. Yo ya no me fiaba ni un pelo, así que nada más subir, le vuelvo a preguntar al conductor si este bus va a la salida del parque, y para mi sorpresa me dice que no, que debo esperar al siguiente. Mi grado de mosqueo era proporcional a las vueltas que estábamos dando, así que una vez llega el siguiente bus, vuelvo a preguntar al conductor, y efectivamente me dice que sí, ese era nuestro bus. Este bus nos deja en la salida del parque, donde tenía apuntado en nuestro mapa que debíamos tomar el bus número 6, que nos dejaría en nuestro hostel. Vuelvo a preguntar a varios buses parados, y uno de ellos me dice que sí, que suba. Yo entiendo que este es el bus que nos lleva a nuestro hostel, así que pagamos (1¥) y nada más arrancar, cuando llevamos unos tres minutos de recorrido nos para y nos dice que tenemos que bajarnos, que es nuestra parada. “¿Qué baje, como que baje?, pero que dice este tío…” nuestra pequeña odisea comenzaba a superarme, y ya no entendía nada de nada, hasta que me di cuenta que estábamos en la estación de donde salían los buses dirección Zhangjiajie.


Una vez en la estación, vuelvo a usar la misma operación, enseño el mapa con la dirección de nuestro hotel en letras chinas marcada en el mapa, y un conductor me dice que sí, que va hacia allí. Nos subimos al bus (11¥) y una vez subidos le comento si puede avisarme, a lo que el conductor accede amablemente. Después de unos 45 minutos llegamos a la entrada del pueblo de Zhangjiajie, donde nada más llegar, el conductor nos abre la puerta y nos dice que nos bajemos, y señalando a un taxi que había parado, nos dice que lo cojamos, que él nos lleva. “¿Cómo?, ¿taxi?, pero no decías que nos llevabas a la dirección marcada, pedazo de…..”. Cuando te encuentras en esta situación (y fueron bastantes veces) no tienes mucho margen de maniobra, así que subimos al taxi (10¥) y después de más de tres horas, conseguimos llegar al hostel. Después de varios días recorriendo el país, uno aprende rápidamente que China es un país diferente, aquí no hay horarios, no existe el estrés, todo es sobre la marcha, da igual que pienses que todo está bajo control, todo cambia cuando menos te lo esperas, pero después de un tiempo, toda esa improvisación es la que sin duda le dan ese encanto tan especial. Es ese trato tan cercano con su gente lo que me atrapó, ese día a día y esa dependencia de ellos que sin darte cuenta, te hace sentirte uno más entre gente tan distinta, ese trato tan cercano que nunca pensé que pudiera echar de menos, como descubrí más adelante.
Como íbamos a pasar dos noches en Zhangjiajie, aprovechamos para hacer la colada (5¥), ya que andábamos escasos de ropa limpia, y después de hacer la colada, nos fuimos a cenar a un restaurante que nos recomendó la gente del hostel, y la verdad que fue el mejor restaurante que comimos en todo el viaje. El nombre no puede ponerlo, ya que era en chino, pero está justo en la calle de detrás del hostel, tal como subimos, el primero a mano derecha justo al pasar el arco de piedra. Cenamos una ternera con panceta y pimientos buenísima, pero como plato estrella del viaje, nuestra fideuá china. Digo fideuá porque aunque eran fideos chinos, el gusto era idéntico a la fideuá que comemos aquí, y si pensamos que estábamos a más de 10.000 kilómetros de casa, puedo asegurar que me supo a gloria. El restaurante resultó ser todo un acierto, por calidad de comida y por precio (dos platos gigantes y dos cervezas 101¥), lástima que no pueda poner el nombre.


Después de la cena nos fuimos hacia el hostel para decidir que hacer al día siguiente, ya que las previsiones no eran nada buenas, marcaba lluvia fuerte todo el día. Nuestra primera intención era ir a visitar la montaña Tianmen, aunque decidimos esperar a ver el tiempo al día siguiente.

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