domingo, 27 de octubre de 2013

Día 16 – Hermanus

Para el día de hoy, nuestra primera intención era la de ir a hacer una de las actividades más famosas de la zona, la inmersión en busca del gran tiburón blanco. Amanecimos con el tiempo algo revuelto, ya que durante la noche había estado lloviendo con fuerza y a primera hora del día todavía quedaban restos del temporal que había azotado la zona durante los últimos días, así que decidimos cambiar de planes y dejar en el encuentro con el gran tiburón blanco para el día siguiente y dedicar el día de hoy a visitar Hermanus, el pueblo por excelencia para el avistamiento de ballenas, y es que nada más poner los pies en la ciudad, el ambiente ballenero se respira en cada esquina. Me esperaba encontrar un pueblo pequeño, pero sin embargo me encontré una ciudad bastante grande con todo tipo de servicios y un ambiente muy agradable que enseguida me gustó.


Estuvimos un rato esperando en nuestro backpacker a que los últimos coletazos del temporal terminaran, cosa que aprovechamos para reservar los tickets vía Internet de nuestra visita del día siguiente al gran blanco, ya que al hacer la reserva por Internet nos ahorrábamos algo de dinero. Habíamos elegido una de las empresas más recomendadas por los viajeros en los foros, la empresa del Capitán Brian McFarlane (Great White Shark Tours) y la verdad que fue todo un acierto, aunque de esto prefiero hablar en su momento.
Una vez cesó la lluvia, nos pusimos en marcha hacia el centro del pueblo. Nuestro hostel estaba situado a unos diez minutos andando de él, así que tras un agradable paseo llegamos en nada al camino que transcurre por los pequeños acantilados de la zona. Se trata de un camino de piedra que bordea toda la costa y que va uniendo los diferentes acantilados que van saliendo a su paso. Este paseo recorre prácticamente todo el pueblo, y es un sitio muy agradable para pasear, ya que desde él se obtienen unas bonitas vistas del pueblo y nos va dejando en diferentes miradores desde los cuales es bastante posible divisar ballenas. Al ser domingo nos encontramos bastante gente en el centro del pueblo, aunque el lugar transmitía una tranquilidad muy agradable.



Comenzamos a pasear por el camino de piedra esperando tener suerte y avistar ballenas rápidamente, ya que la noche anterior habíamos coincido con la pareja del hostel de Agulhas y nos habían comentado que habían visto varias ballenas muy cerca de la orilla durante el día anterior, pero de momento no había ni rastro de ellas. 


Llevábamos más de una hora de paseo y la suerte se nos resistía, hasta que de repente a lo lejos vimos como una enorme ballena sacaba más de medio cuerpo del agua mostrando su enorme tamaño, una auténtica gozada. 



Mientras observábamos a nuestra primera ballena como mostraba sus aletas y parte de su enorme lomo, enseguida empezamos a ver distintos chorros de agua salir con fuerza del agua a pocos metros de ella, síntoma inequívoco que no estaba sola. Tras un rato de espera, pudimos ver como tres ballenas más comenzaban a mostrar sus aletas y parte de sus cuerpos, sin duda estábamos de suerte. Los diferentes acantilados de la zona empezaron a llenarse de gente rápidamente, y es que el espectáculo merecía toda la atención del mundo. 


Estuvimos más de una hora viéndolas jugar en el agua mientras hacíamos tiempo para la actividad que teníamos reservada para hoy, kayak con ballenas. Lo habíamos reservado directamente a través de nuestro backpacker con Walkerbay Adventures, una gente muy agradable. 



Tras unos primeros apuntes sobre en que iba a consistir la actividad, y tras algunos consejos para saber como actuar ante un posible acercamiento excesivo de una ballena a nuestro kayak (básicamente salir pitando lo antes posible, cosa fácil de entender), nos zambullimos en las frías aguas del Atlántico en busca de estos maravillosos mamíferos. Debido al temporal de los últimos días, el agua estaba bastante movida, algo que me di cuenta nada más sentarme en el kayak, y tras no más de cinco minutos remando, un fuerte mareo se empezaba a adueñar de mi cabeza (se mascaba la tragedia). No habían transcurrido ni veinte minutos cuando un mareo y malestar general se habían apoderado de mí, dejando claras dos cosas, la primera que nunca seré un lobo de mar, la segunda y más importante, necesitaba volver a la orilla lo antes posible. Tras un par de avisos a nuestro guía dábamos por concluida nuestra excursión, volviendo a la orilla con más pena que gloria, pero aún faltaba el broche final, ya que una vez llegamos a la orilla, una fuerte ola tumbó nuestro kayak tirándonos de este, dejando una imagen lamentable a los curiosos que se encontraban en los acantilados de la zona, la humillación por mi parte era total. Tras el fracaso total de la excursión, volvimos de nuevo a nuestro hostel para darnos una ducha caliente y cambiarnos de ropa.
Repuesto ya de mi experiencia maldita, nos dedicamos a pasar el resto del día con los pies en tierra firme, paseando de nuevo por el camino de piedra que transcurre por la costa y recorriendo todos los miradores del pueblo. 


Nada más llegar al centro, de nuevo volvíamos a estar de suerte, ya que volvíamos a avistar de nuevo tres ballenas, esta vez mucho más cerca de la orilla que por la mañana. Verlas salir del agua con esos enormes saltos que dan es una experiencia increíble, puedes estar viéndolas horas y horas y no te cansas de mirarlas. 




Cada vez que una de ellas daba un salto, este era acompañado por aplausos y gritos de alegría de la gente (yo incluido) que nos encontrábamos repartidos por los diferentes miradores. Tuvimos mucha suerte, ya que las vimos durante toda la tarde, incluso prácticamente al lado de la orilla, saltando de dos en dos, mostrándonos sus enormes colas….una experiencia inolvidable.




Tras cientos de fotografías y varios paseos por los diferentes miradores, dábamos por concluido nuestro día en Hermanus. Mientras regresábamos a nuestro hostel una duda me atormentaba, ¿como iba a reaccionar mi cuerpo al día siguiente?, ¿estaba preparado para estar cuatro o cinco horas en el barco?. Nos esperaba una actividad que ya de por sí había leído que era bastante dura, ya que si el kayak había sido un fracaso absoluto, la inmersión para ver tiburones podría ser un auténtico infierno debido a que el barco se mueve mucho. Pero se trataba de uno de los platos fuertes del viaje y no iba a darme por vencido tan fácilmente, ya que el rey de los mares me estaba esperando. Tenía una cita con el gran tiburón blanco y tenía pensado presentarme.


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