sábado, 16 de noviembre de 2013

Día 21 – Cape Point (Península del Cabo)

Con un sentimiento de tristeza y a la vez emoción despertábamos en lo que iba a ser  nuestro último día completo en Sudáfrica. Era duro asimilar que después de tres semanas recorriendo el país de punta a punta, nuestro viaje llegaba a su fin. Lejos ya quedaban visitas como Soweto o The Amphitheater, pero Sudáfrica aún se guardaba una última sorpresa, un último destino que habíamos dejado para el final, el broche de oro a un país que a estas alturas de viaje ya me había enamorado por completo. Hablo por supuesto de la península del cabo, con su Cabo de Buena Esperanza como broche final, un lugar mítico en el que íbamos a dar por concluida nuestra aventura por tierras sudafricanas.
Madrugamos para intentar salir lo antes posible, ya que para hoy nos esperaba un día largo de visitas y emociones, ya que antes de llegar a Cape Point teníamos planeado algunas visitas que nos quedaban de camino. Nos pusimos en marcha por la N2 y enseguida enlazamos con la M5, carretera que nos llevaría hacia nuestra primera parada del día, la playa de Muizenberg. Esta localidad costera es conocida por su famosa playa, Surfer’s Corner y por sus casetas de colores. 


Es un lugar muy frecuentado por surferos y su playa es vigilada por rangers que vigilan los posibles ataques de tiburones, ya que en estas aguas es frecuente verlos. De hecho existen señales en forma de banderas de colores que avisan a los surfistas del peligro de tiburones en el agua. 


Llegamos temprano, sobre las 8:00 h, y aún así ya nos encontramos a bastante gente surfeando a estas horas de la mañana, y es que nada más pisar el pueblo, el ambiente surfero se respira en cada esquina. Nos fuimos a visitar las casetas de colores, que le dan a la zona un aspecto muy agradable, y tras un rato paseando y viendo a la gente surfear, nos fuimos dirección a nuestra siguiente parada, Boulders Beach. 



Continuamos nuestro camino por la M5 y enseguida enlazamos con la M4, una bonita carretera costera que atraviesa varias localidades bastante curiosas como Fish Hoek y Simon’s Town, pueblos pesqueros con casas de estilo colonial que hacen del camino un trayecto bastante agradable. Decidimos no parar en ellos e irnos directamente hacia Boulders Beach para visitar su famosa colonia de pingüinos. 


Unos días atrás habíamos visitado la colonia de pingüinos de Betty’s Bay, cerca de Hermanus, pero había leído que esta colonia era mucho más grande, así que habíamos decidido visitarla igualmente. Aparcamos y nos dirigimos hacia su entrada (45 Zar por persona). Al igual que Betty’s Bay, la pingüinera se visita a través de unas pasarelas de madera que llegan hasta la misma playa. Existen dos plataformas que salen desde la entrada, una que lleva hasta la playa principal y otra más pequeña que sale a la derecha que está menos masificada de gente y es algo más tranquila. 


La colonia es mucho mayor que Betty’s Bay y quizás más famosa, pero una vez vistas las dos, me quedo con Betty’s Bay, ya que al ser tan grande, quizás los pingüinos se ven algo más espaciados, dando la sensación de que hayan menos. 


Tras una visita a las dos plataformas, salimos del recinto y nos fuimos a pasear por otra plataforma que salía justo antes de las taquillas y se adentraba hasta el pueblo. Tras un agradable paseo llegamos a una playa privada donde uno puede darse un chapuzón previo pago de una entrada y bañarse con los pingüinos. 


Descartado el baño a estas alturas de temporada, dábamos por concluida nuestra visita a Boulders Beach.
Una vez llegamos a nuestro coche, nos poníamos rumbo hacia nuestra visita principal, Cape Point. Volvíamos a coger la M4, carretera que nos llevaría hasta la entrada del parque, no sin antes regalarnos unas vistas que ya empezaban a dejar claro que nos dirigíamos a un lugar que no nos iba a dejar indiferentes. 


Después de hacer los trámites correspondientes en la entrada del parque (90 Zar, mapa incluido), entrábamos ya por fin en él. Una vez nos pusimos de nuevo en marcha, nos dirigimos hacia nuestra primera visita, Cape Point. Desde la entrada principal hasta el parking de Cape Point hay unos 15 kilómetros, distancia que uno comienza a recorrer y que rápidamente deja ver lo inhóspito del lugar. Un lugar que te atrapa nada más poner los pies en él. Hasta Cape Point van apareciendo diferentes desvíos de caminos que uno puede visitar, pero se necesitarían varios días para recorrerlos en su totalidad. Una vez llegamos al parking de Cape Point, nos pusimos en marcha hacia nuestra primera visita, el antiguo faro. 


Este primer faro estuvo en funcionamiento desde 1860 a 1919. Se encuentra situado a 249 metros sobre el nivel del mar, pero como frecuentemente era tapado por las nubes y la niebla, fue substituido por otro más potente que está situado un poco más abajo. El camino hacia el faro antiguo se puede realizar caminando a través de unas escaleras (no lleva más de diez minutos) o por medio de un funicular. Nos pusimos en marcha y una vez llegamos al faro, teníamos ante nosotros unas vistas de Cape Point, Dias Beach y Cabo de Buena Esperanza que nuevamente me dejaron sin palabras. 



Tras un rato contemplando las vistas, decidimos bajar hasta el faro nuevo. Para llegar hasta él, basta con seguir un camino que nos encontramos nada más bajar del faro antiguo a nuestra derecha y en poco más de quince minutos llegamos a la zona final del camino, ya que hasta el faro no es posible llegar. De nuevo las vistas del lugar eran inolvidables.


Tras un rato disfrutando la soledad del lugar, nos pusimos en marcha hacia nuestro siguiente destino, el Cabo de Buena Esperanza.


La historia de este mítico lugar comienza con Bartolomé Dias, primer navegante europeo que consiguió llegar hasta él en 1488. Lo bautizó con el nombre de Cabo de las Tormentas, debido a las duras condiciones climatológicas que solían encontrarse en el lugar, hasta que el rey de Portugal, Juan II le cambió el nombre por Cabo de Buena Esperanza para dar ánimos a los marineros portugueses que debían navegar entre Portugal y la India. Durante muchos años se le consideró erróneamente como el punto más al sur del continente africano y punto de unión de los dos océanos, el Atlántico y el Índico, aunque este honor lo tiene el Cabo de Agulhas, a unos doscientos cincuenta kilómetros de Cape Point.
Para llegar hasta él existen dos posibilidades, o bien ir en coche de un punto a otro (práctico, pero carente de sentido para mí), o bien realizar un trekking de un par de horas que une los dos puntos. Nosotros decidimos recorrer a pie la distancia entre los dos puntos, así que una vez bajamos del faro de Cape Point, nos pusimos en marcha por el camino que sale del mismo parking hacia Cabo de Buena Esperanza. Mientras recorríamos el camino, nos desviamos hacia Dias Beach, una solitaria playa que se encuentra a medio camino entre Cape Point y Cabo de Buena Esperanza. Para llegar hasta ella, bajamos por unas escaleras de madera que desembocaban en una pequeña playa de arena fina donde el mar rompía con fuerza en unas rocas que nos servían para protegernos de su fuerza. Sin duda estábamos en un lugar especial. 


Ante nosotros teníamos cada vez más cerca nuestro destino final. Tan solo nos separaban unos cuantos metros, una pequeña distancia convertida en rocas y acantilados, en olas y soledad, sin duda el lugar desprendía un magnetismo difícil de olvidar. Aprovechamos para comer en Dias Beach y tras reponer fuerzas, nos fuimos a encarar nuestro tramo final. Tras subir de nuevo las escaleras, nos fuimos hacia una pequeña subida que nos regalaba vistas sobre Cape Point que de nuevo nos dejaban sin palabras, hasta que una vez arriba, encaramos la bajada final hacia Cabo de Buena Esperanza.





Muchos momentos venían a mi cabeza. Habíamos recorrido más de cuatro mil kilómetros en coche desde que empezamos nuestra aventura en Johannesburgo. Era inevitable pensar en muchos de los momentos del viaje, las horas de vuelo y escala hasta llegar a Sudáfrica, las horas de viaje en coche que llevábamos a nuestras espaldas, los kilómetros que habíamos recorrido a pie a través de los muchos trekkings que habíamos hecho, muchos rincones inolvidables que habíamos conocido, los meses de preparación que había empleado en él, las horas que había dedicado a buscar información sobre el país, los miedos y dudas que uno siempre tiene cuando realiza un viaje de este tipo…tenía ante mí el famoso letrero de Buena Esperanza, por fin había llegado a uno de los lugares más míticos de África. Todo había salido perfecto y ese momento había que disfrutarlo.


Tras esos momentos de disfrute personal, volvimos de nuevo por el mismo camino que nos había traído hasta aquí, llegando nuevamente hasta el parking de Cape Point, dando por finalizada nuestra visita a esta parte del parque. Una vez finalizada nuestra visita, nos pusimos en marcha hacia la salida del parque, aunque antes de llegar a la entrada principal, encontramos un camino a nuestra izquierda que decidimos tomarlo. Llegamos al comienzo de un trekking hacia los restos de un naufragio, pero el camino marcaba hora y media de duración. Como no íbamos muy sobrados de tiempo, decidimos dar por concluida nuestra visita al parque de Península del Cabo y dirigirnos hacia nuestro último destino del día, la famosa Chapman’s Peak y la puesta de sol desde Hout Bay.
Si hace unos días atrás pensaba que el tramo de carretera R44 entre Hermanus y Gondons Bay era una de las carreteras más espectaculares que había visto nunca, todavía me faltaba por ver Chapman’s Peak. Se trata de una carretera de peaje (38 Zar) construida entre la montaña y el mar. Para llegar hasta ella cogimos la M65 nada más salir de Cape Point y enlazamos con la M6, todo muy sencillo. El camino se hace bastante ameno, ya que se trata de un tramo agradable de carretera que transcurre al lado del mar que nos va regalando un bonito paisaje.


Casi sin darnos cuenta llegamos al comienzo de la Chapman’s Peak. Estábamos de suerte, ya que la carretera no está siempre abierta (de hecho había estado cerrada los tres días anteriores). 


Si uno está interesado en recorrerla, puede visitar su página web y comprobar si está abierta o no, para así evitarse ir hasta allí para nada. La carretera está controlada por cámaras de vigilancia por si alguien tiene la tentación de darse media vuelta antes de llegar al peaje. Una vez llegamos a ella, el espectáculo fue instantáneo. 


Cada curva de la carretera te deja sin aliento, no sabes muy bien donde mirar porque no quieres perderte nada de lo que tienes ante ti, pero sin duda, lo mejor estaba todavía por llegar. 


Después de varias curvas llegamos al mirador de Hout Bay. Había leído mucho sobre Chapman’s Peak y las vistas sobre la bahía. Había visto muchas fotos del lugar y sabía que era un sito especial, pero una vez allí, el lugar superó con creces todo lo que yo había imaginado. 




No había un lugar mejor para ver nuestra última puesta de sol en Sudáfrica. Ahora si que nuestro viaje había llegado a su fin.



El camino de regreso hacia Ciudad del Cabo fue un camino lleno de imágenes. Imágenes inolvidables que había ido recopilando en mi memoria durante tres semanas inolvidables. Pequeños recuerdos imborrables de un país que me había dado mucho más de lo que esperaba. Sin duda en mi memoria me llevaba un trocito de Sudáfrica guardado para siempre.   







2 comentarios:

  1. Definitívamente, añado Capetown y la costa sudafricana a mi "wishlist" :)

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    1. Hola Carles,

      Te aseguro que no te defraudará!!!!

      Un saludo!

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