jueves, 6 de junio de 2013

Día 2 – Munich


En nuestro segundo día en la ciudad, la primera visita la íbamos a dedicar al campo de concentración de Dachau. Nada más despertarme, compruebo que seguía lloviendo incluso con más fuerza que el día anterior, y las previsiones para el resto del día no eran nada halagüeñas. Después de un desayuno muy completo en el hostel Wombat´s Munich que queda justo al lado del nuestro (3’80 euros, buffet libre), nos dirigimos hacia la estación central Hauptbahnhof para tomar el tren.
El campo de concentración de Dachau, fue el primer campo de concentración. Su apertura fue anunciada por el máximo jefe de las SS, Heinrich Himmler, el 21 de marzo de 1933.


El campo fue tristemente conocido por sus prácticas extremadamente crueles, y sirvió como modelo para el resto de campos de concentración. El centro, servia también como centro de formación para los guardianes, y en él, los oficiales de las SS, se ejercitaban practicando el tiro al blanco con prisioneros (se cree que más de 4.000 prisioneros soviéticos fueron ejecutados). En Dachau, se realizaban terribles experimentos con seres humanos, donde el macabro doctor Sigmund Rascher, estudiaba como afectaba el cambio de presión en las alturas a los pilotos de la Luftwaffe, o infectaban a prisioneros con el virus de la malaria, para probar posibles antídotos contra la enfermedad.
Sus prisioneros fueron principalmente religiosos, aristócratas, intelectuales y políticos, y se cree que pasaron por él más de 200.000 prisioneros.
 
El campo se encuentra a las afueras de la ciudad (a unos 20 km), así que nos dirigimos hacia la estación, y una vez allí, fuimos a comprar el billete XXL (13,60 euros). Con el billete XXL, pueden viajar hasta cinco personas adultas (dos niños entre 6 y 14 años, cuentan como un adulto), y permite usar todo el transporte público dentro de las áreas blanca y verde, hasta las seis de la mañana del día siguiente.


El tren que nos lleva hasta el pueblo de Dachau es el S2, así que una vez nos montamos, en poco más de 20 minutos llegamos a la estación. Nada más bajar, seguimos las indicaciones “Kz, Gedenktstätte” para tomar el bus (incluido en el XXL ticket) que nos lleva hasta el campo. El bus termina justo en la entrada del campo, así que nos dirigimos hacia él. La entrada al campo es gratuita, aunque para realizar la visita, decidimos alquilar una audioguía (3,50 euros) para recorrerlo.
Justo a nuestra llegada a Dachau, el frío, la lluvia y el viento apretaban cada vez más, así que la visita al campo se convierte en una visita más que complicada. Una vez pasamos un pequeño camino de tierra, llegamos justo a su entrada, donde el macabro cartel “Arbeit Match Frei”, (lema que solía leerse en las entradas de los campos de concentración, “El trabajo os hace libres”) nos da la bienvenida.


Nos adentramos en el campo y seguimos las indicaciones del mapa que nos dieron en la entrada junto con la audioguía. La primera visita que hacemos es el museo, el cual se recorre visitando varias salas, mientras vamos encontrando mucha información en diferentes murales y fotografías, además de objetos personales de presos del campo.


Una vez visitado el museo, nos fuimos a visitar la zona de los barracones. En su día había treinta y cuatro, aunque hoy en día solo quedan dos. A esta hora del día, más que llover diluviaba, además que hacer un viento y un frío que hacía imposible pasear tranquilamente por el recinto, así que tras visitar la zona de los barracones, me dirijo hacia la parte más dura de la visita, la zona del crematorio.
 
Aunque el campo de concentración de Dachau no se creó como campo de exterminio, a partir de 1941, comenzaron a llevarse a cabo en él estas prácticas. La macabra actividad consistía en llevar a los presos engañados a una sala donde les hacían desvestirse con el pretexto de que iban a tomar una ducha. Una vez desnudos, eran conducidos a una sala con el rótulo de Brausebad (cuarto de duchas), donde eran encerrados y rociados con gas hasta su muerte. Una vez acababan con sus vidas, en la sala siguiente estaban los hornos crematorios. Se da la circunstancia que una vez acababan con sus vidas, sus ropas eran desinfectadas en otra sala del recinto, para volver a ser utilizadas por otros presos. Un recorrido funesto y macabro de odio y terror que sin duda escapa a la razón de cualquier persona.
El recinto del crematorio está totalmente abierto y se pueden visitar una por una todas las salas. Mientras recorría las salas, dio la casualidad que el resto de gente marchó, y tuve la oportunidad de entrar a la cámara de gas solo. La sensación de terror absoluto que me invadió todavía la recuerdo. Esa sensación claustrofóbica en esa habitación tan pequeña, con el techo tan bajo, con esos agujeros que salían del techo, sin duda, una experiencia imposible de olvidar.


Una vez visitado el crematorio, damos por concluida la visita al campo, ya que pasear por él resultaba imposible. Una vez devolvimos las audioguías, volvimos a hacer el mismo camino de ida, pero a la inversa. Autobús hasta la estación de tren, y tren S2 hasta la estación central Hauptbahnhof.
Una vez llegamos al centro de la ciudad, decidimos ir a comer a la cervecería Augustiner que hay justo en frente de la cervecería Hofbräuhaus, ya que tenía buenas referencias de ella. Aunque comimos bien, el precio fue bastante más caro que el día anterior, así que no creo que merezca la pena ir expresamente a comer hasta allí (nos gustó mucho más la Augustiner de Kaufingerstrasse, justo antes de llegar a Marientplatz).
Por la tarde teníamos previsto visitar el centro de la ciudad. Mientras bajábamos dirección Marienplatz, nos íbamos encontrando con multitud de gente ataviada con la camiseta y bufanda del Bayern de Munich, ya que la noche anterior el equipo de la ciudad había ganado la copa de la liga, y el equipo ofrecía el triplete (copa, liga y champions) a sus hinchas en el Neues Rathaus (ayuntamiento), así que el centro estaba totalmente acordonado por policías y vayas de seguridad, así que decidimos dejar la visita del centro de la ciudad para el día siguiente.
Como veíamos que recorrer el centro de la ciudad era imposible, decidimos irnos a visitar la Residenz. Se trata de la antigua sede del gobierno y la residencia de los duques y reyes de Baviera entre 1508 a 1918. Se compone de 130 habitaciones, y en ella podemos encontrar diferentes estilos artísticos, como estilos Renacentistas, Barrocos o Rococó. La Residenz fue duramente castiga por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, quedando prácticamente destruida, aunque fue reconstruida.
 
Al igual que el Palacio de Nymphenburg, para visitar la Residenz, disponemos de varias entradas que permiten visitar diferentes recintos, aunque nosotros decidimos visitar el palacio únicamente (20 euros, incluida audioguía). La visita me gustó mucho, de hecho la considero imprescindible, ya que se visitan salas muy espectaculares, como la Sala de las Antigüedades, una auténtica joya.




La visita nos llevó una hora y tres cuartos más o menos, y después de visitarla, nos dirigimos a visitar la parte trasera de esta, donde nos encontramos con el Hofgarten, un pequeño jardín muy tranquilo en el que estuvimos un rato visitándolo, aunque como la lluvia, el viento y el frío no nos dieron ni un momento de tregua, no lo visitamos como nos hubiera gustado. Mientras íbamos camino de Hofgarten, aparecimos en Odeonsplatz, un lugar cargado de historia.


Fue en esta plaza donde se detuvo el golpe de estado que el Partido Obrero Nacional-Socialista de Alemania dirigido por Adolf Hitler intentó llevar a cabo el 8 de Noviembre de 1923, y que llevó a este a prisión, el llamado Putsch de Munich.
Por suerte, hoy en día la plaza es un lugar muy turístico y que sirve de punto de encuentro para muchos turistas y muniqueses, y es una plaza muy agradable de visitar.
Después de visitar la plaza y los jardines, con los pies calados y mojados hasta las rodillas, decidimos irnos a tomar algo caliente para entrar en calor, y dejar las visitas para el día siguiente. Mientras subíamos a nuestro hostel, entramos en la Catedral, la Frauenkirche, aunque como estaban realizando una misa, las visitas estaban restringidas. Una vez dejamos las mochilas, decidimos continuar con nuestro tour particular cervecero, esta vez tocaba la cervecería Löwenbräu.


La cervecería se encuentra en los cruces de Nymphemburgerstrasse con Seidlstrasse, en la Stiglmaierplatz (linea U1 de metro). La cervecería es mucho más tranquila que Hofbräuhaus, aunque como todas las cervecerías que habíamos probado hasta entonces, con una cerveza excelente y un ambiente muy agradable. Sin duda, las cervecerías de Munich son una atracción más de la ciudad.
Tras un par de cervezas, nos fuimos paseando tranquilamente hacia nuestro hostel, con la esperanza de que el tiempo nos diese una pequeña tregua en nuestro último día de visita en la ciudad.









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