Llevábamos ya más de una semana
en tierras sudafricanas, y para el día de hoy teníamos pensado visitar un
pequeño país que se encuentra en el interior de Sudáfrica. Se trata del reino
de Lesotho, uno de los países más pobres de África (con lo que eso significa)
pero que he de confesar que me enamoró nada más poner mis pies en él. Íbamos a
aprovechar que estábamos a unos 50 kilómetros de uno de sus pasos fronterizos
para adentrarnos aunque solo fuese por unas horas en este pequeño país e intentar
conocer un poco de su cultura y de sus gentes.
Habíamos hablado con Vera que
estábamos interesados en visitar Lesotho, y ella nos ofreció la ayuda de una
guía, Zee, una chica muy divertida que nos acompañaría por el interior del país
y nos enseñaría un poco la cultura e historia del país, nos enseñaría la vida
en un poblado que quedaba cerca de la frontera, y nos serviría de intérprete
para comunicarnos con la gente del poblado. El precio de la excursión era de
350 Zar por persona, e incluía el transporte desde la frontera al poblado y la
comida en una de las casas del poblado. Nos pareció buena idea ir con alguien
que conociera la zona y aceptamos.
Lesotho es un país que se
encuentra rodeado completamente por Sudáfrica. El 80% del país se encuentra por
encima de los 1.800
metros de altitud y su cota más baja son 1.400 metros sobre el
nivel del mar. El 25% de la población vive en zona urbana, mientras que el otro
75% viven en zonas rurales.
Es un país muy árido, ya que prácticamente todos
sus bosques han sido talados debido a su alta demanda de combustible como leña,
ya que una gran parte del país no tiene electricidad. La escasez de carreteras
hace difícil moverse por el país, ya que de los 6.000 kilómetros
de carreteras que dispone, tan solo 1.000 están pavimentados.
Tras desayunar, salimos poco
antes de las 8:00 h en dirección a Phuthaditjhaba donde debíamos recoger a Zee
y ella nos indicaría el camino hasta la frontera. Una vez nos encontramos con
Zee, nos fuimos siguiendo sus indicaciones a través de poblados enormes que
íbamos cruzando. Poco a poco íbamos ganando altura, comenzando a cambiar de
nuevo el paisaje que nos íbamos encontrando, dejándonos ver enormes poblados
llenos de chabolas de uralita que descansaban a los pies de enormes montañas que
convertían el paisaje en una auténtica delicia. Entre risas y anécdotas
llegamos prácticamente sin darnos cuenta a nuestro paso fronterizo, Monantsa
Pass, en la frontera con Lesotho. Tras los trámites de pasaporte
correspondientes, dejamos nuestro coche aparcado en el paso fronterizo y
esperamos a una de las combis que realizan el trayecto de ida y vuelta al paso
fronterizo y nos subimos en ella. Mientras esperábamos a nuestra combi, en poco
más de cinco minutos vimos de primera mano lo rápido que cambia el tiempo en
esta zona del país. Llegamos a Monantsa Pass y hacía un día soleado. Mientras
esperábamos a que nos sellasen nuestro pasaporte, la lluvia comenzó a caer,
convirtiéndose en granizo en menos de un minuto, y tras un par de minutos
granizando, de nuevo el sol apareció, todo esto en cuestión de cinco minutos!!!!
Tras un viaje de unos 40 minutos por
una carretera prácticamente imposible de circular llegamos a nuestro destino,
un pequeño poblado muy cerca de la frontera donde el tiempo parecía haberse
detenido hacía muchísimos años. Casas de adobe, tejados de paja, animales
sueltos por el poblado, sin lugar a dudas estábamos viajando en el tiempo.
Antes de visitar el poblado, Zee
nos llevó a lo alto de una montaña donde nos estuvo explicando la historia y
costumbres del pueblo de Lesotho. Nos explicó las durísimas condiciones en las
que este pueblo ha sobrevivido el paso del tiempo, sus guerras, sus creencias
religiosas, sus costumbres, una interesantísima charla que nos llevó poco menos
de una hora, y que escuchamos con toda la atención del mundo. Tras conocer un
poco más sobre su historia, nos llevó hasta unas pinturas rupestres que había
en la zona y nos explicó su significado. Tras la charla, nos fuimos a visitar
la aldea.
Mientras bajábamos de la montaña hacia la aldea, varios niños salían
corriendo a nuestro paso para saludarnos, y una anciana nos ofreció ir a su
casa a tomar un poco de cerveza preparada a base de maíz.
Aceptamos la
invitación y fuimos a su casa, donde un grupo de ancianos estaban sentados al
calor del fuego bebiendo cerveza de un enorme cubo que tenían en un rincón.
Nada más entrar en su casa, me sorprendió lo limpio que estaba todo, la cocina,
los cacharros donde cocinaban, la casa en general…. Nos ofrecieron cerveza y la
verdad que aunque el sabor recordaba ligeramente a la nuestra, tenía un sabor
tan ácido que era imposible beber más de un trago. Curiosa para probar, pero
nada más. Tras un rato de charla con los abuelos (y pago de algo de dinero por
parte de Zee), nos fuimos a recorrer el poblado, donde sus habitantes salían a
nuestro encuentro para saludarnos al grito de “Dumela”, su manera de decir
“hola”.
Tras un rato andando por el poblado, nos encontramos a un grupo de
niños ensayando canciones que al parecer cantarían al día siguiente en la
iglesia. Estuvimos un rato charlando con ellos y les pedimos que cantasen algo
para nosotros, cosa que hicieron encantados.
Tras un rato divertido con ellos,
nos fuimos a la casa del profesor del poblado, donde su mujer nos había
preparado una comida a base de maíz y algo parecido a espinacas. La verdad que
la comida estaba deliciosa, y aunque no teníamos mucha hambre, tuvimos que
terminarnos el plato que nos había preparado, ya que Zee nos insistió en que en África es una falta de
respeto a la familia el no comerse la comida que nos ofrecen.
Tras acabarnos
nuestro plato como es debido, nos fuimos de nuevo a recorrer la parte de la
aldea que nos faltaba y finalmente acabamos en el bar del pueblo. Aquí pudimos
probar la rica cerveza (esta vez embotellada) fabricada en Lesotho, aunque
caliente, ya que como he comentado antes la zona carecía de electricidad.
Aprovechamos para comprar unos cuantos caramelos que repartimos a los niños del
poblado, los cuales seguían nuestros pasos desde el primer momento que habíamos
pisado la aldea. Pasamos un buen rato con ellos, llevándonos un recuerdo
inolvidable de nuestra corta pero intensa visita a Lesotho. Nuestra visita
acabó aquí, donde de nuevo una combi llegó para recogernos y llevarnos de
regreso al paso fronterizo. Nuestra visita a Lesotho fue muy corta, a penas
fueron unas seis horas, pero me iba con la sensación de haber visitado un país
diferente. De hecho esta sensación la tuve nada más cruzar su frontera, ya que
todo lo que habíamos visto hasta ahora no se parecía en nada a Lesotho.
Entiendo que las condiciones de vida del país son muy duras, y lo poco que
conocimos no dejaba duda alguna, pero el entorno donde se encuentra, el paisaje
que lo rodea, su gente, su cultura, hacen de Lesotho un país diferente. Me
hubiese encantado quedarme al menos tres o cuatro días recorriendo el país, y
de hecho se me pasó por la cabeza, pero era trastocar demasiado nuestro plan de
viaje, además de perder el vuelo interno que teníamos en Durban en un par de
días (como me arrepentía de no haber empleado los días de Blyde River Canyon y
Parque Kruger aquí!!!), así que me marchaba de Lesotho con la sensación de
haber visitado un país especial, que espero conocer a fondo en un próximo
viaje.
Tras cruzar la frontera,
volvíamos de nuevo a Sudáfrica y aprovechamos para ir al centro comercial de
Phuthaditjhaba, Madiba Center, a comprar comida para los próximos días. Tras
comprar provisiones, nos fuimos a nuestro backpacker donde estuvimos preparando
la visita del siguiente día, Monk’s Cowl, en Champagne Valley, otro valle
diferente a Royal Natal, así que hablamos con Vera y ella se encargó de
buscarnos alojamiento por la zona.
Era nuestra última noche en Karma
Backpackers, y como no, la pasamos al calor de su chimenea, con un roiboos bien
caliente, y charlando con nuestros compañeros de hostel y Vera, sin duda, un
rincón inolvidable.
Buenas, compañero! Tomo nota de tu fantástica experiencia. Si viajo por ahí miraré de invertir algo más de 6h visto lo visto jeje. Un abrazo!
ResponderEliminarHola Pruden!!
EliminarNo imaginas lo que me arrepiento de no haber empleado más tiempo en visitar el país. Lo poco que pude ver me encantó, me pareció un país diferente. Pero bueno, como siempre hay que dejar algo para una segunda visita, ya tengo excusa para volver!!!
Un saludo!!!
¡Hola! Menudo descubrimiento de lugar, gracias por compartirlo.
ResponderEliminar¿Cómo se llama el poblado que visitasteis? ¿Ves factible pasar una noche ahí? ¿Recomiendas ir por libre o mejor con guía? Por lo que he entendido, fuisteis con vuestro coche hasta el paso fronterizo, ¿el camino es factible?
Cuántas preguntas... gracias!
Hola Paula!!
EliminarGracias por leer el blog y perdona por tardar en contestar. Lesotho es un país increíble. La verdad que más que poblado eran varias casas desperdigadas en la falda de la montaña, así que dudo ni que tenga nombre. Si tienes la oportunidad, yo pasaría varios días recorriendo este pequeño país. Yo me arrepentí muchísimo de no dedicarle al menos una semana, pero ya se sabe que todo es imposible.
En cuando a lo que preguntas si guía o por libre te diré que yo siempre viajo por libre, pero Lesotho es muy complicado hacerlo por tu cuenta. Piensa que no hay carreteras y mucho menos indicaciones para los poblados. Necesitas contactar con alguien que conozca la zona.
Nosotros recogimos a la guía que nos ayudó a cruzar la frontera en un poblado cerca de esta y llegamos con ella hasta la frontera de Sudáfrica y Lesotho. Allí dejamos aparcado nuestro coche y una vez arreglamos el tema del pasaporte, un jeep que se dedica a llevar y traer mercancía nos llevó hasta el poblado. La carretera, si se puede llamar así, era impracticable, así que un 4x4 es imprescindible.
Lo dicho, si tienes la oportunidad, dedícale varios días al país. Yo solo pude dedicarle unas horas y me arrepentí muchísimo.
Cualquier cosa que pueda ayudarte, solo tienes que preguntar.
Un saludo!!!!