Con un sentimiento de tristeza y
a la vez emoción despertábamos en lo que iba a ser nuestro último día completo en Sudáfrica. Era
duro asimilar que después de tres semanas recorriendo el país de punta a punta,
nuestro viaje llegaba a su fin. Lejos ya quedaban visitas como Soweto o The
Amphitheater, pero Sudáfrica aún se guardaba una última sorpresa, un último
destino que habíamos dejado para el final, el broche de oro a un país que a
estas alturas de viaje ya me había enamorado por completo. Hablo por supuesto
de la península del cabo, con su Cabo de Buena Esperanza como broche final, un
lugar mítico en el que íbamos a dar por concluida nuestra aventura por tierras
sudafricanas.
Madrugamos para intentar salir lo
antes posible, ya que para hoy nos esperaba un día largo de visitas y
emociones, ya que antes de llegar a Cape Point teníamos planeado algunas
visitas que nos quedaban de camino. Nos pusimos en marcha por la N 2 y enseguida enlazamos con la M 5, carretera que nos llevaría
hacia nuestra primera parada del día, la playa de Muizenberg. Esta localidad
costera es conocida por su famosa playa, Surfer’s Corner y por sus casetas de
colores.
Es un lugar muy frecuentado por surferos y su playa es vigilada por
rangers que vigilan los posibles ataques de tiburones, ya que en estas aguas es
frecuente verlos. De hecho existen señales en forma de banderas de colores que
avisan a los surfistas del peligro de tiburones en el agua.
Llegamos temprano,
sobre las 8:00 h, y aún así ya nos encontramos a bastante gente surfeando a
estas horas de la mañana, y es que nada más pisar el pueblo, el ambiente
surfero se respira en cada esquina. Nos fuimos a visitar las casetas de
colores, que le dan a la zona un aspecto muy agradable, y tras un rato paseando
y viendo a la gente surfear, nos fuimos dirección a nuestra siguiente parada,
Boulders Beach.
Continuamos nuestro camino por la M 5 y enseguida enlazamos con la M 4, una bonita carretera costera
que atraviesa varias localidades bastante curiosas como Fish Hoek y Simon’s
Town, pueblos pesqueros con casas de estilo colonial que hacen del camino un
trayecto bastante agradable. Decidimos no parar en ellos e irnos directamente
hacia Boulders Beach para visitar su famosa colonia de pingüinos.
Unos días
atrás habíamos visitado la colonia de pingüinos de Betty’s Bay, cerca de
Hermanus, pero había leído que esta colonia era mucho más grande, así que
habíamos decidido visitarla igualmente. Aparcamos y nos dirigimos hacia su
entrada (45 Zar por persona). Al igual que Betty’s Bay, la pingüinera se visita
a través de unas pasarelas de madera que llegan hasta la misma playa. Existen
dos plataformas que salen desde la entrada, una que lleva hasta la playa
principal y otra más pequeña que sale a la derecha que está menos masificada de
gente y es algo más tranquila.
La colonia es mucho mayor que Betty’s Bay y
quizás más famosa, pero una vez vistas las dos, me quedo con Betty’s Bay, ya
que al ser tan grande, quizás los pingüinos se ven algo más espaciados, dando la
sensación de que hayan menos.
Tras una visita a las dos plataformas, salimos
del recinto y nos fuimos a pasear por otra plataforma que salía justo antes de
las taquillas y se adentraba hasta el pueblo. Tras un agradable paseo llegamos
a una playa privada donde uno puede darse un chapuzón previo pago de una
entrada y bañarse con los pingüinos.
Descartado el baño a estas alturas de
temporada, dábamos por concluida nuestra visita a Boulders Beach.
Una vez llegamos a nuestro coche,
nos poníamos rumbo hacia nuestra visita principal, Cape Point. Volvíamos a
coger la M 4,
carretera que nos llevaría hasta la entrada del parque, no sin antes regalarnos
unas vistas que ya empezaban a dejar claro que nos dirigíamos a un lugar que no
nos iba a dejar indiferentes.
Después de hacer los trámites correspondientes en
la entrada del parque (90 Zar, mapa incluido), entrábamos ya por fin en él. Una
vez nos pusimos de nuevo en marcha, nos dirigimos hacia nuestra primera visita,
Cape Point. Desde la entrada principal hasta el parking de Cape Point hay unos 15 kilómetros ,
distancia que uno comienza a recorrer y que rápidamente deja ver lo inhóspito
del lugar. Un lugar que te atrapa nada más poner los pies en él. Hasta Cape
Point van apareciendo diferentes desvíos de caminos que uno puede visitar, pero
se necesitarían varios días para recorrerlos en su totalidad. Una vez llegamos
al parking de Cape Point, nos pusimos en marcha hacia nuestra primera visita,
el antiguo faro.
Este primer faro estuvo en funcionamiento desde 1860 a 1919. Se encuentra
situado a 249 metros
sobre el nivel del mar, pero como frecuentemente era tapado por las nubes y la
niebla, fue substituido por otro más potente que está situado un poco más abajo.
El camino hacia el faro antiguo se puede realizar caminando a través de unas
escaleras (no lleva más de diez minutos) o por medio de un funicular. Nos
pusimos en marcha y una vez llegamos al faro, teníamos ante nosotros unas
vistas de Cape Point, Dias Beach y Cabo de Buena Esperanza que nuevamente me
dejaron sin palabras.
Tras un rato contemplando las vistas, decidimos bajar
hasta el faro nuevo. Para llegar hasta él, basta con seguir un camino que nos
encontramos nada más bajar del faro antiguo a nuestra derecha y en poco más de
quince minutos llegamos a la zona final del camino, ya que hasta el faro no es
posible llegar. De nuevo las vistas del lugar eran inolvidables.
Tras un rato disfrutando la
soledad del lugar, nos pusimos en marcha hacia nuestro siguiente destino, el
Cabo de Buena Esperanza.
La historia de este mítico lugar
comienza con Bartolomé Dias, primer navegante europeo que consiguió llegar
hasta él en 1488. Lo bautizó con el nombre de Cabo de las Tormentas, debido a
las duras condiciones climatológicas que solían encontrarse en el lugar, hasta
que el rey de Portugal, Juan II le cambió el nombre por Cabo de Buena Esperanza
para dar ánimos a los marineros portugueses que debían navegar entre Portugal y
la India. Durante
muchos años se le consideró erróneamente como el punto más al sur del
continente africano y punto de unión de los dos océanos, el Atlántico y el
Índico, aunque este honor lo tiene el Cabo de Agulhas, a unos doscientos
cincuenta kilómetros de Cape Point.
Para llegar hasta él existen dos
posibilidades, o bien ir en coche de un punto a otro (práctico, pero carente de
sentido para mí), o bien realizar un trekking de un par de horas que une los
dos puntos. Nosotros decidimos recorrer a pie la distancia entre los dos
puntos, así que una vez bajamos del faro de Cape Point, nos pusimos en marcha
por el camino que sale del mismo parking hacia Cabo de Buena Esperanza.
Mientras recorríamos el camino, nos desviamos hacia Dias Beach, una solitaria
playa que se encuentra a medio camino entre Cape Point y Cabo de Buena
Esperanza. Para llegar hasta ella, bajamos por unas escaleras de madera que
desembocaban en una pequeña playa de arena fina donde el mar rompía con fuerza
en unas rocas que nos servían para protegernos de su fuerza. Sin duda estábamos
en un lugar especial.
Ante nosotros teníamos cada vez más cerca nuestro destino
final. Tan solo nos separaban unos cuantos metros, una pequeña distancia convertida
en rocas y acantilados, en olas y soledad, sin duda el lugar desprendía un
magnetismo difícil de olvidar. Aprovechamos para comer en Dias Beach y tras
reponer fuerzas, nos fuimos a encarar nuestro tramo final. Tras subir de nuevo
las escaleras, nos fuimos hacia una pequeña subida que nos regalaba vistas
sobre Cape Point que de nuevo nos dejaban sin palabras, hasta que una vez
arriba, encaramos la bajada final hacia Cabo de Buena Esperanza.
Muchos momentos venían a mi
cabeza. Habíamos recorrido más de cuatro mil kilómetros en coche desde que
empezamos nuestra aventura en Johannesburgo. Era inevitable pensar en muchos de
los momentos del viaje, las horas de vuelo y escala hasta llegar a Sudáfrica,
las horas de viaje en coche que llevábamos a nuestras espaldas, los kilómetros
que habíamos recorrido a pie a través de los muchos trekkings que habíamos
hecho, muchos rincones inolvidables que habíamos conocido, los meses de
preparación que había empleado en él, las horas que había dedicado a buscar
información sobre el país, los miedos y dudas que uno siempre tiene cuando
realiza un viaje de este tipo…tenía ante mí el famoso letrero de Buena
Esperanza, por fin había llegado a uno de los lugares más míticos de África. Todo
había salido perfecto y ese momento había que disfrutarlo.
Tras esos momentos de disfrute
personal, volvimos de nuevo por el mismo camino que nos había traído hasta
aquí, llegando nuevamente hasta el parking de Cape Point, dando por finalizada
nuestra visita a esta parte del parque. Una vez finalizada nuestra visita, nos
pusimos en marcha hacia la salida del parque, aunque antes de llegar a la
entrada principal, encontramos un camino a nuestra izquierda que decidimos
tomarlo. Llegamos al comienzo de un trekking hacia los restos de un naufragio,
pero el camino marcaba hora y media de duración. Como no íbamos muy sobrados de
tiempo, decidimos dar por concluida nuestra visita al parque de Península del
Cabo y dirigirnos hacia nuestro último destino del día, la famosa Chapman’s
Peak y la puesta de sol desde Hout Bay.
Si hace unos días atrás pensaba
que el tramo de carretera R44 entre Hermanus y Gondons Bay era una de las
carreteras más espectaculares que había visto nunca, todavía me faltaba por ver
Chapman’s Peak. Se trata de una carretera de peaje (38 Zar) construida entre la
montaña y el mar. Para llegar hasta ella cogimos la M 65 nada más salir de Cape Point
y enlazamos con la M 6,
todo muy sencillo. El camino se hace bastante ameno, ya que se trata de un
tramo agradable de carretera que transcurre al lado del mar que nos va
regalando un bonito paisaje.
Casi sin darnos cuenta llegamos
al comienzo de la Chapman ’s
Peak. Estábamos de suerte, ya que la carretera no está siempre abierta (de
hecho había estado cerrada los tres días anteriores).
Si uno está interesado en
recorrerla, puede visitar su página web y comprobar si está abierta o no, para
así evitarse ir hasta allí para nada. La carretera está controlada por cámaras
de vigilancia por si alguien tiene la tentación de darse media vuelta antes de
llegar al peaje. Una vez llegamos a ella, el espectáculo fue instantáneo.
Cada
curva de la carretera te deja sin aliento, no sabes muy bien donde mirar porque
no quieres perderte nada de lo que tienes ante ti, pero sin duda, lo mejor
estaba todavía por llegar.
Después de varias curvas llegamos al mirador de Hout
Bay. Había leído mucho sobre Chapman’s Peak y las vistas sobre la bahía. Había
visto muchas fotos del lugar y sabía que era un sito especial, pero una vez
allí, el lugar superó con creces todo lo que yo había imaginado.
No había un
lugar mejor para ver nuestra última puesta de sol en Sudáfrica. Ahora si que
nuestro viaje había llegado a su fin.
El camino de regreso hacia Ciudad
del Cabo fue un camino lleno de imágenes. Imágenes inolvidables que había ido
recopilando en mi memoria durante tres semanas inolvidables. Pequeños recuerdos
imborrables de un país que me había dado mucho más de lo que esperaba. Sin duda
en mi memoria me llevaba un trocito de Sudáfrica guardado para siempre.
Definitívamente, añado Capetown y la costa sudafricana a mi "wishlist" :)
ResponderEliminarHola Carles,
EliminarTe aseguro que no te defraudará!!!!
Un saludo!