Nos despertamos tras una noche de
dormir poco, ya que costaba mucho conciliar el sueño con la nariz tan tapada
como teníamos desde hacía unos días a consecuencia de la altura, y además hoy
me despertaba con un dolor de cabeza que me acompañaría durante todo el día,
aunque por suerte no me impediría realizar las cosas que teníamos previstas
para hoy. Llevábamos ya varios días por encima de los cuatro mil metros de
altura, y eso es algo que el cuerpo nota.
Hoy íbamos a continuar nuestra
ruta de monasterios, así que la primera visita del día sería Pelkor Chode.
Salimos de nuestro hotel con las pilas bien cargadas después de un suculento
desayuno en nuestro hostel y nos fuimos andando hacia su entrada.
Lo más llamativo de este recinto
lo encontramos en el Chorten o Kumbum. Se trata de una estupa conocida como
"la estupa de los innumerables budas" construida en el siglo XV, con
un estructura única y singular en la que seis pisos ascienden de forma
decreciente hasta llegar a su cúpula, donde trece anillos dorados representan
los estados sucesivos de acercamiento a Buda. En cada uno de los pisos nos
encontramos montones de pequeñas salas repletas de representaciones de Buda,
Bodhisattvas, Dharma..... todo figuras destacadas de la historia tibetana. Al
parecer hay alrededor de 3.000 estatuas.
Mientras recorremos sus salas,
nos vamos cruzando con devotos peregrinos que recorren una por una todas las
salas de la estupa mientras recitan mantras sagrados y realizan ofrendas a las
imágenes. De nuevo nos volvemos a encontrar con una espiritualidad que no te
deja indiferente. Una vez arriba, se obtienen unas bonitas vistas de la ciudad.
Tras la visita del Kumbum nos
fuimos a visitar el propio monasterio de Pelkor Chode, donde viven monjes de
las sectas Sakya, Geju y Gelu. Nos encontramos con bonitos murales pintados que
relatan historias de budas y personajes históricos. Tras su visita, dábamos por
concluida nuestra visita a Gyantse.
Nos subimos a nuestro coche y nos
pusimos en marcha hacia nuestro siguiente destino, el monasterio de Shalu. De
nuevo mientras viajábamos hacia Shalu, el paisaje tibetano me dejaba sin
palabras. Esta vez nos sorprendía un paisaje mucho más rural, ya que nos íbamos
encontrando campesinos trabajando sus tierras, como no, rodeados de inmensas
montañas y con un cielo tan azul que nos hacía sentir que éramos protagonistas
de una postal viviente.
Como de costumbre, un sin fin de controles policiales
nos hacían volver rápidamente a la realidad, aunque con los días que llevábamos
sufriéndolos poco a poco nos íbamos acostumbrando a ellos.
Nos desviamos de la carreta
principal y nos adentramos entre montañas hacia Shalu Monastery. Al poco de
desviarnos llegámos a nuestro destino, un pequeño monasterio que fue construido
en el siglo XI.
Durante muchos siglos fue un reconocido centro de estudio y
entrenamiento psicológico, y sus pinturas murales se situaban entre las más
antiguas y famosas de Tíbet. En el siglo XIV un terremoto demolió el antiguo
templo y fue reconstruido de nuevo bajo el mando del emperador mongol.
Recorrimos el pequeño templo
rápidamente, así que de nuevo volvíamos sobre nuestros pasos y salíamos otra
vez a la carretera principal, la cual nos llevaría a nuestro último destino del
día, la ciudad de Shigatse.
Llegamos a Shigatse y tras un
parón para comer algo nos fuimos a realizar nuestra tercera visita del día, el
monasterio de Tashilhunpo.
Se trata de un complejo muy grande el cual alberga a
unos 600 monjes, cosa que se nota nada más llegar a la zona, ya que la
presencia de monjes en esta parte de la ciudad es enorme. Fue fundado en el
siglo XV, y es conocido por albergar una estatua del Buda Maitreya de 26 metros de altura, la
cual contiene 279 kilos de oro y 150 kilos de latón y cobre. Esta estatua se
encuentra en el Templo de Maitreya o Jamba Chyenmu. La verdad que cuando uno
está delante de esta estatua se queda impresionado por sus dimensiones y su
belleza.
Tuvimos suerte que nuestro guía
había sido monje durante catorce años, cosa que nos sirvió para preguntar
muchas cosas sobre el budismo y sus costumbres, algo que se agradecía cuando
visitabas varios templos al día. Entre charla y charla dimos por concluida la
visita a este bonito lugar.
Mientras salíamos del recinto, Tenchuong me contaba
que a él no le gustaba mucho este monasterio, ya que según él, Tashilhunpo
estaba controlado por el gobierno chino (como todos), pero en concreto este
monasterio se usaba como atracción de cara al público. Me contaba que cada vez
era más difícil para la gente local poder convertirse en monje, ya que los
permisos que necesitan del gobierno son muy difíciles de conseguir, y es aquí
en Tashilhunpo donde se otorgan más permisos en la actualidad. Una manera de
tener todo bajo control.
Nos fuimos hacia nuestro hotel que estaba algo alejado del centro, donde
dejamos nuestras mochilas y como aún quedaban varias horas de luz, decidimos
irnos a visitar la parte vieja de la ciudad. Tomamos un taxi y nos fuimos de
nuevo a la entrada de Tashilhunpo, aunque esta vez cogimos la calle principal
que lleva al monasterio y nos fuimos a pasear sin destino fijo por las calles
de Shigatse. Montones de tiendas y puestos ambulantes inundaban sus calles,
hasta que dimos a parar con un enorme mercadillo donde estuvimos paseando
bastante tiempo, sin perder detalle de todo el ambiente que había en esta parte
de la ciudad.
Tras el agradable paseo, decidimos volver a nuestro hotel. Al
llegar, decidimos ir a buscar algún sitio para cenar y mientras lo buscábamos,
escuchamos la música que salía por la puerta de uno de los bares de la zona.
Decidimos entrar y para nuestra sorpresa, nos encontramos a un grupo ensayando.
Nos pedimos una Lhasa beer y estuvimos relajándonos un rato escuchando buena
música y pensado en lo que habíamos visto hasta el día de hoy, aunque mi cabeza
no dejaba de pensar en algo muy concreto. Cada día estábamos más cerca de EBC
(Everest Base Camp).
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