sábado, 18 de agosto de 2012

Día 5 – Beijing

Era nuestro último día en Beijing, así que nos levantamos temprano para aprovechar nuestras últimas horas en la capital, ya que por la noche nos poníamos en marcha y tomábamos el primer tren nocturno con destino Datong. Para el día de hoy teníamos en la agenda la visita del Templo del Cielo y el Palacio de Verano. Nada más salir del hostel nos fuimos a visitar el Templo del Cielo, ya que quedaba relativamente cerca de nuestro hostel. Y digo relativamente, porque cuando llevas varios días en Pekín, te das cuenta que las distancias son enormes, ya que lo que a simple vista en el mapa parece poca distancia, a la hora de ponerte a andar no tiene nada que ver con la idea que te habías hecho, lo que te sirve para hacerte una idea bastante aproximada de lo grande que llega a ser la ciudad. Si se quiere llegar en transporte público, el Templo del Cielo dispone de su propia parada de metro (línea 5, East entrance of temple of Heaven). Nosotros llegamos andando después de bajar por Qianmen St. hasta Tiantan Road para entrar por la entrada norte del recinto (45 min. desde el principio de Qianmen St.).
El Templo del Cielo fue construido en el año 1420, y los emperadores tanto en la dinastía Ming como en la dinastía Qing lo utilizaron para orar por las cosechas en primavera, y para dar las gracias al cielo por los frutos obtenidos en otoño.


El templo está situado dentro del parque Tiantan Gongyuan, un parque en el que nada más entrar, uno se contagia de toda la vida que se va encontrado en cada rincón de este. La entrada al parque Tiantan Gongyuan cuesta 10 ¥, y si se quiere acceder al reciento del Templo del Cielo 30 ¥.
Pasear por el parque a primera hora de la mañana es una auténtica delicia. Lo curioso es que en cada parte del parque te encuentras a montones de grupos, la mayoría gente mayor, practicando alguna actividad en grupo. Por lo que pude ver, cada parte del parque se dedica a una actividad en concreto.





















Mientras paseas por él, te vas encontrando desde grupos bailando bailes tradicionales, a gente practicando Tai-chi, grupos tocando instrumentos musicales chinos, clases de aeróbic en grupo, jugando partidas de cartas, parejas jugando con palas de tenis o jugando a la pelota china, una especie de pelota de metal con plumas que se pasan de unos a otros sin que la pelota toque el suelo, como si de una pelota de fútbol se tratara.





Mientras paseas, no dejan de saludarte y animarte para que te unas a ellos en lo que están haciendo, aunque después de dejarte participar con ellos, no dudan ni un instante en venderte lo que haga falta, desde una pelota con plumas a unas raquetas de lo que sea, pero bueno, son chinos, creo que es superior a ellos, aunque tanto si les compras como si no, siempre te despiden con una sonrisa.


Aunque para mí lo mejor sin duda fue escuchar a las cantantes improvisadas que te vas encontrando mientras paseas por el parque. Son grupos, a veces solistas, que cantan a viva voz, con o sin música, con más ganas que otra cosa, ya que suelen desafinar bastante, pero que le ponen tantas ganas que enseguida te despierta ese sentimiento de cariño y afecto por lo bien que ves que se lo están pasando y las ganas que le ponen.


El parque en sí es enorme, como todo en Pekín, y si se quiere descansar un poco del bullicio de la zona este del parque, podemos dirigirnos hacia la zona oeste, una zona mucho más tranquila, con largos caminos rodeados de grandes árboles a sus lados donde encuentras una tranquilidad que se agradece después de todo el ajetreo de la zona este.


Después de unas tres horas y media paseando tranquilamente por el parque, nos fuimos dirección puerta este, para tomar el metro hacia nuestro siguiente destino, El palacio de Verano. Justo al salir del parque, nos encontramos sin saberlo, delante del mercado de la perla. El mercado de la perla es un mercado al estilo del mercado de la seda pero mucho más pequeño y más tranquilo. En él se puede encontrar prácticamente los mismos productos de imitación que en el mercado de la seda, y los vendedores son bastante más tranquilos y menos agresivos.


Después de una visita rápida, aprovechamos para comer por la zona, ya que entre una cosa y otra se nos había pasado la mañana sin darnos cuenta.
Después de comer nos fuimos a coger el metro dirección Palacio de Verano. El Palacio de Verano se encuentra a 14 km del centro de Pekín, pero como prácticamente cualquier rincón de Pekín, no hay ningún problema para llegar hasta él, ya que dispone de parada de metro (línea 4, estación Beigongmen).
El Palacio de Verano (entrada 60 ¥), fue construido en el año 1750 por el emperador Qianlong. El palacio fue construido a las afueras de Pekín para que el emperador y su familia pudiesen escapar del abrasador calor de la ciudad en los meses de verano. El lago Kunming que se encuentra en él es artificial, y la arena que se extrajo para su construcción, se usó para crear la colina de la longevidad, donde encontramos la pagoda del Buda Fragante. Como curiosidad, el lago Kunming tiene forma de melocotón, la fruta que representa la longevidad en la cultura imperial china.


Nosotros comenzamos la visita por la zona norte del parque, y fuimos visitando tranquilamente el parque, hasta que llegamos a una de las construcciones más famosas del parque, el barco de mármol.
El barco de mármol original estaba construido con mármol y cristal, mientras que el barco que se puede ver hoy, gran parte es de madera. El barco era utilizado por la emperatriz Cixi para celebrar fiestas, y su construcción se financió con el presupuesto para renovar a la marina china. El pueblo chino considera el barco de mármol un símbolo de la corrupción por su inutilidad, ya que no sirve para navegar.


Continuamos la visita al parque en dirección al Gran Corredor. Se trata de un pasillo techado de más de 750 metros de longitud que discurre a orillas del lago. La emperatriz ordenó construirlo para poder moverse por el palacio sin preocuparse por las inclemencias del tiempo. El techo está decorado con más de 14.000 pinturas con escenas sobre la historia de china, y aunque en muchos de sus tramos es imposible recorrerlo por la cantidad de gente que hay, es imprescindible recorrer alguna parte de él. Mientras paseas por él, te encuentras con la subida a la pagoda del Buda Fragante.























Estuvimos paseando tranquilamente por la zona, y nos fuimos hacia el Puente de los Diecisiete Arcos, un puente que une la orilla del lago Kunming con la isla de Nanhu, y desde donde se pueden tomar barcas para recorrer el lago.


La visita al Palacio de Verano me gustó mucho,  y después de unas cuatro horas de visita, nos fuimos a coger el metro dirección a nuestro hostel a cenar algo, ya que nuestro tren salía dirección a Datong a las 23:42 h. sin duda, una de las sorpresas del viaje, aunque no quiero adelantarme.
Después de cinco días en Pekín, me encontraba en su estación de tren, con ganas de conocer nuestro siguiente destino, y con muchas sensaciones que inundaban mi cabeza. Me despedía de una ciudad llena de vida, tan llena de vida que en algunos momentos me llegó a sobrepasar. Es tanta la cantidad de gente que hay en la calle, ruido, gritos, claxóns, motos, bicicletas, coches…..que hay momentos en los que sientes la necesidad de escapar de ella, aunque rápidamente vuelves a dejarte seducir por sus encantadores rincones, sus hutongs, sus parques, su gente. Una ciudad que sin duda hay que conocerla alguna vez y que espero volver a visitarla algún día.  


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