Como la noche anterior, el viaje
en tren se nos pasó sin darnos cuenta. Volvimos a viajar en litera blanda, así
que antes de subir al tren nos volvieron a cambiar los tickets de papel que
llevábamos por las tarjetas, y justo a las 06:00 h nos despertaban, para llegar
a Pingyao puntuales a las 06:30 h.
Mientras nos íbamos acercando a
la ciudad nos íbamos dando cuenta que había mucha niebla por la zona, y nada
más bajar del tren, nos encontramos con una niebla tan densa que no veíamos
nada en 100 metros.
Nuestro primer objetivo era buscar una consigna para dejar las mochilas, ya que
teníamos pensado visitar la ciudad durante todo el día, y ya por la tarde,
irnos a Taiyuan para coger el tren dirección Xi’an, ya que no pudimos encontrar
billetes en litera Pingyao-Xi’an.
La estación de tren en sí no
tiene consigna (o al menos nosotros no la encontramos), pero una vez salimos de
la estación, justo a mano izquierda vimos una oficina de equipaje donde poder
dejarlas por 10¥ cada una, y aprovechamos para comprar un mapa de la ciudad
(8¥).
Pingyao es una ciudad amurallada,
y está considerada como una de las ciudades antiguas mejor conservadas de
China. El primer banco de China, Piaohao, nació aquí. La ciudad es un excelente
ejemplo de lo que fueron las ciudades chinas durante las dinastías Ming y Qing,
ya que sus calles y edificios no han cambiado mucho desde entonces. La ciudad
amurallada en sí es pequeña, pero la verdad que andar por sus calles te
transporta a un tiempo muy lejano.
Una vez dejamos nuestras
mochilas, nos fuimos decididos a atravesar su famosa muralla y perdernos por
sus callejuelas medievales, aunque al ser tan temprano y encontrarnos con una
niebla que no nos dejaba ver nada, decidimos ir a buscar algún sitio para
desayunar tranquilamente.
Nada más cruzar la muralla, nos vino un olor muy familiar de un puesto callejero donde estaban friendo una masa muy parecida a nuestros churros de toda la vida. Nos acercamos atraídos con el olor a churros que desprendía el wok que estábamos viendo, y efectivamente, aquello eran churros chinos, bastante más gordos que los que estamos acostumbrados a comer aquí, pero con un olor que no nos pudimos resistir a ellos. Nos pedimos cuatro churros chinos (4¥) y nos sentamos en una mesa que había dentro de un local, donde una familia china no paraba de mirarnos extrañados como nos comíamos nuestros churros con una bebida de café que habíamos comprado en el supermercado. El cocinero, al vernos comer los churros con el café nos dijo que los churros se comían con una sopa caliente que tenían en una olla enorme (¿como osa un chino a decirnos como se comen los churros?), invitación que declinamos al instante, ya que no quería estropear ese momento de placer.
Nada más desayunar nos pusimos en marcha, aprovechando que la ciudad estaba casi vacía de turistas, ya que era primera hora. Todos los comercios estaban cerrados, y casi no había gente por sus calles, así que estuvimos un buen rato callejeando tranquilamente sin apenas ruido ni estrés, una delicia.
Poco a poco la ciudad se fue llenando de turistas, la mayoría chinos, ya que Pingyao es una ciudad muy popular entre ellos, y poco a poco los comercios fueron abriendo, dando a la ciudad una apariencia totalmente distinta a la ciudad tranquila que habíamos estado recorriendo apenas un par de horas antes.
Para visitar la ciudad, compramos un ticket con el que se puede visitar todos los templos, casas y demás atracciones de la ciudad, incluido su muralla (150¥). Aquí volvimos a usar nuestro “carné de estudiante”, y aunque en la primera taquilla que lo intentamos no funcionó, ya que la china me dijo que ese carné era de identidad (chica lista), probamos en otra taquilla que había más en el centro, ya que hay varias taquillas repartidas por toda la ciudad, y esta vez sí, después de despertar a una señora mayor que estaba dormida en su sofá tranquilamente, nos vendió dos tickets para estudiantes, no sin antes mirarse el carné unas 25 veces (ticket estudiante 75¥).
Estuvimos recorriendo la ciudad, sus templos y sus casas de arriba abajo. El encanto de Pingyao es andar por sus calles y perderse por sus callejones, ya que aunque tiene patios de casas antiguas muy interesantes, y varios templos para visitar, creo que la belleza de la ciudad, es en sí, ella misma.
Una vez recorrimos sus calles, nos fuimos a visitar su muralla. Al subir a ella, nos dimos cuenta que la muralla estaba en restauración y no se podía visitar, así que decidimos poner punto y final a nuestra visita a Pingyao, e irnos a buscar nuestras mochilas, ya que teníamos que ir hasta Taiyuan a coger nuestro siguiente tren dirección Xi’an.
Tengo que decir que mientras preparaba el viaje a China, había leído mucho sobre Pingyao, ya que muchísimos viajeros la visitan, y casi todos los comentarios que había leído sobre ella eran muy positivos. Yo la verdad que mientras me marchaba de Pingyao, tenía la sensación de que no había terminado de disfrutar del todo de la ciudad. Quizás fueron demasiadas expectativas, o quizás fui yo quien no supo apreciar la ciudad, pero una vez pasado el tiempo, y con más calma, creo que fue una ciudad bonita para visitar por unas horas, pero que no dejó en mí la misma huella que el resto de los lugares que visité.
Para ir de Pingyao a Taiyuan se
puede ir en bus (2 horas) o tren (1’30 h). Nosotros decidimos ir en bus (26¥),
ya que al ver los horarios de tren, el siguiente tardaba bastante el salir, y
el bus salía cada 15 minutos. La estación de bus queda algo retirada de la
estación de tren, así que decidimos tomar nuestro primer rickshaw (20¥).
Nos montamos en el bus nada más
llegar a la estación, y en menos de 2 minutos ya estábamos saliendo dirección
Taiyuan. El viaje en sí fue bastante cómodo, aunque pasado un buen trozo, nos
encontramos con un atasco monumental, en lo que se suponía que debía de ser
Taiyuan (aunque yo no lo tenía muy claro). A partir de aquí, un cúmulo de
circunstancias nos hizo pasar uno de los momentos más tensos de todo el viaje,
pero que una vez pasada la experiencia, fue sin duda uno de los mejores
momentos que pasamos. Después de estar prácticamente una hora parados en el
atasco, vemos que el bus entra en un parking al aire libre, y una vez dentro,
vemos que la chica que va cobrando los billetes empieza a hablar en voz alta, y
acto seguido todo el pasaje baja del bus. Con señas nos dice que tenemos que
bajar, y yo le pregunto que si estamos en Taiyuan, a lo que ella me contesta
que no, pero con señas, me vuelve a decir que bajemos. Nosotros bajamos del bus
sin entender nada, pero cual es nuestra sorpresa que al bajar todos, el autobús
arranca y se va, dejándonos a todos en tierra, y lo más importante, con
nuestras mochilas en su maletero!!!!! Yo no entendía nada, sólo sabía que
estaba en un parking rodeado de chinos, sin tener ni idea de donde estábamos, y
sin mochilas. La tensión empezó a aumentar cada minuto que pasaba, sin saber
que hacer, sin saber donde estábamos, sin saber que estaba pasando…… A los
cinco minutos, vemos aparecer a nuestro bus de nuevo, con el mismo conductor y
la misma chica vendiendo billetes, y nos dice que subamos. Sin entender nada
subimos al bus, y tras unos 25 minutos de recorrido, volvimos a entrar a otro
parking, esta vez en un callejón bastante cerrado, sin luz, ya que había
anochecido, y nos vuelven a decir que bajemos, que es el final de la línea. Le
vuelvo a preguntar si estamos en Taiyuan y me dice que sí, que tenemos que
bajar allí. Una vez comprobamos que teníamos nuestras mochilas a salvo, fui a
preguntar al conductor dónde estaba la estación de tren, y me dice que
necesitamos coger un taxi, ya que la estación queda muy lejos. En menos de
cinco minutos todos los buses que estaban en la estación desaparecieron, y nos
quedamos en el callejón, buscando un taxi para llegar a la estación. Dentro del
mismo parking, había un grupo de taxistas al más puro estilo mafia china, que
en menos de dos minutos nos rodearon literalmente, preguntándonos donde íbamos.
Todos hablaban a la vez, y por un momento, no sabía ni donde mirar. De repente,
un chico joven me cogió del brazo y nos llevó a su taxi, y negociamos el precio
para la estación de tren (20¥), pero lo mejor sin duda estaba por llegar. Una
vez le decimos que sí al taxista, nos abre el maletero y nos dice que dejemos
las mochilas dentro del maletero y nos sentemos en el taxi. Le decimos que no
entramos en el taxi hasta que no cierre el maletero, pero el insiste que
subamos, que el maletero se queda abierto. “¿Abierto?,
ni pensarlo. No me subo hasta que no cierres el maletero”. Tras insistir
varias veces, vemos que cierra el maletero, y accedemos a subir al taxi. Una
vez en él, vemos que se va con los demás taxistas, dejándonos dentro del taxi,
con los cristales tintados, en medio del callejón oscuro, y con una música
máquina china a todo volumen en la radio del taxi. De nuevo volvía a estar con
la sensación de no entender nada, de no saber porqué el taxista nos había
dejado allí sin decirnos nada, de no saber porque no quería cerrar el maletero,
de no saber que estaba hablando con sus compañeros….la tensión crecía por
segundos. De repente volvió a entrar otro bus, y al momento, vemos llegar al
taxista con una chica china que bajaba del bus con una maleta enorme hacia
nosotros. Al meter su maleta en el maletero junto con nuestras mochilas, el
maletero no cerraba, así que sin pensárselo dos veces, le dice a la chica que
entre con nosotros, y vemos que arranca con el maletero abierto. Yo no podía
creer lo que estaba viendo, se suponía que íbamos dirección estación de tren de
Taiyuan (el trayecto duró unos 25 minutos) con el maletero abierto y nuestras
mochilas a plena vista, y lo mejor de todo es que después de toda la tensión
acumulada, en lugar de preocuparnos, nos partíamos de risa viendo al taxista,
con la música máquina a todo trapo, el maletero abierto, la chica chinita con
el pedazo de maletón….. a partir de ese momento creo que empecé a entender
realmente que en China vale todo, que cuando crees que ya lo has visto todo,
siempre hay algo nuevo que no deja de sorprenderte, pero son esos momentos los
que enriquecen tus viajes, esas
experiencias son las que recuerdas toda la vida.
Después de un viaje más que
entretenido, llegamos por fin a la estación de tren. Un trayecto que suponía
que nos llevaría unas 2 – 3 horas, (Pingyao-Taiyuan) resultó que tardamos casi
5 horas, entre atascos y percances, así que cuando se viaja por China en bus,
siempre hay que tomar los horarios como algo bastante relativo.
Nuestro tren salía a las 23:07 h,
así que después de cenar algo rápido por la zona, nos fuimos directos a la
estación a esperar nuestro tren. En nuestra última noche viajando en tren
teníamos litera dura para el trayecto Taiyuan-Xi’an que duraba 10 horas.
La cama dura se diferencia de la
blanda que los compartimentos no son cerrados, son compartimentos abiertos con
tres literas a cada lado (las camas en sí creo que no hay diferencia entre unas
y otras), donde más que dormir se está estirado, ya que por el pasillo no para
de pasar gente, vendedores de comida, gente fumando, grupos de gente gritando
más que hablando, con lo cual es bastante difícil conciliar el sueño, toda una experiencia. Nos quedaba por delante 10 horas de viaje,
así que intenté dormir algo, aunque resultó casi imposible.
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