domingo, 30 de noviembre de 2014

Día 1 - Frontera Tíbet - Kathmandu

Hoy era un día de nervios. Acababa nuestra aventura por tierras tibetanas y comenzaba algo totalmente diferente. Desde hoy y durante veinticinco días íbamos a recorrer tierras nepalíes, así que se cerraba una parte de nuestro viaje pero comenzaba otra totalmente diferente pero igual de emocionante.
Despertábamos aún en Tíbet, aunque estábamos a siete kilómetros de la frontera, así que a primera hora marchamos rumbo hacia ella. Enseguida llegamos al punto de control, y como faltaba todavía una hora para abrir, estuvimos esperando y despidiéndonos de Tenchuong, nuestro guía durante nuestro viaje a Tíbet.


A esa hora del día ya había mucha gente para cruzar la frontera, y enseguida nos llamó la atención un grupo de escaladores con pinta de haber hecho algo grande. Enseguida supimos que eran del país vasco y nos pusimos a hablar con ellos mientras esperábamos el papeleo de la frontera. Venían de escalar el Cho Oyu (8.201 mts.) y uno de ellos además el Everest (8.848 mts.). Este último además nos enseñó lo que le había costado la expedición, varios dedos de la mano amputados y varios dedos de los pies congelados, lo dicho, unos auténticos cracks.
Puntual abrió la frontera a las 10:00 h, y unas mujeres que esperaban en la cola enseguida llamaron la atención de todos los allí presentes. Eran sherpas cargando en su cabeza paquetes que estoy seguro que tres hombres de nosotros serían incapaces de levantar con las manos. La imagen era sobrecogedora.


Llegó nuestro turno y tras el papeleo de pasaportes rutinario, dábamos por concluida nuestra estancia en Tíbet. Cruzamos el puente que separa los dos países y llegábamos a la oficina de visados de Nepal. Pasábamos del orden y control absoluto de Tíbet al caos total de Nepal en apenas doscientos metros.



Lo primero de todo era conseguir el visado de Nepal, así que una vez en la oficina, como buenamente pude, conseguía a base de empujones y brazos en alto los formularios para rellenar. Tras rellenarlos y entregar una foto de carnet, llegó la hora de pagar. Yo necesitaba visado para treinta días (40 USD) y yolanda uno de quince (25 USD). No teníamos dólares, así que nos dijeron que podíamos pagar 65 euros. Les dije que 65 euros no son 65 dólares, pero me dijeron que era lo que había. Pregunté por una casa de cambio, pero curiosamente no había ninguna abierta, así que estaba claro, 65 euros o nada. Tras pasar por el aro (no quedaba otra) conseguimos nuestros visados.
Una vez teníamos los trámites de los visados hechos, necesitábamos transporte hasta Kathmandu. Enseguida vinieron a ofrecerse conductores de jeep que pedían barbaridades (nos empezaron a pedir 130 euros por los dos), pero en los foros viajeros había leído que no pagáramos más de 200 yuanes por persona (unos 25 euros). Se lo ofrecí y aceptaron, así que un problema menos. Estos vehículos se comparten con más viajeros, en concreto nosotros lo compartíamos con cinco chicos chinos más. Además de estos Jeeps existe la posibilidad de viajar en bus local, pero tras haber viajado en estos vehículos durante nuestra estancia en el país, considero una locura ir desde la frontera hasta Kathmandu en ellos. Por un precio razonable se puede hacer el trayecto en vehículos 4x4.
Salimos de la frontera rumbo a Kathmandu y enseguida nos encontramos los primeros controles de policía. Desde el primer control pudimos comprobar que el visitante chino no es bienvenido en Nepal. De todos los controles que pasamos, tan solo en uno de ellos nos pidieron nuestros pasaportes, y siempre con una sonrisa, mientras que a nuestros compañeros de viaje chinos les registraban todas sus pertenencias, bolsas, mochilas maletas.... y con unas formas que dejaban bastante que desear.


Unos meses antes de nuestra llegada a Nepal, el monzón había ocasionado un gran desprendimiento de tierra que había dejado la carretera que unía la frontera con Kathmandu inutilizable, pero por suerte para nosotros hacía unos días que había sido abierta de nuevo. Esto nos permitió poder coger el jeep desde la misma oficina de visados, ya que unos días atrás esto era imposible y hubiéramos tenido que caminar unas cuatro horas hasta poder coger el punto de partida.
El que hubieran abierto la carretera no significa que esta estuviera en condiciones para abrirse, cosa que enseguida comprobamos. De hecho había tramos impracticables, ya que además del barro y piedras en el camino, había que sumar los camiones que se quedaban atrapados en ella constantemente, precipicios con caídas de cientos de metros, más nuestro conductor que era un asesino en potencia. Todo esto hizo del viaje una experiencia inolvidable.



Durante nuestro trayecto pudimos comprobar por primera vez como es Nepal. Camiones repletos de gente, autobuses abarrotados con gente en el techo, motos con toda la familia viajando en ella, cientos de personas en cualquier cruce, cunetas llenas de personas..... Sin duda aquello era un caos organizado, ya que cuando el accidente parecía inevitable, de repente todo volvía a su sitio en segundos. Tardamos unas seis horas en llegar a Kathmandu, un tiempo en el que temí por mi vida en incontables ocasiones, pero que al final quedó en otra anécdota más.




Nuestro conductor nos dejó en Thamel, el centro turístico de Kathmandu. Teníamos nuestro hostel allí, "The happily ever after hostel", así que tras un par de vueltas que nos costó encontrarlo llegamos a él. Tras instalarnos, nos ofrecieron una habitación algo más limpia (la que nos habían dado estaba bastante guarreta) en otro de los hostels que tenían justo en frente de Swayambhunath (el templo de los monos). Se trataba de "The Sparkling Turtle Backpackers" Estaba alejado de Thamel, pero aceptamos y sin duda acertamos, ya que este se acercaba bastante más a nuestra idea de hostel, y su personal era muy agradable.
Al estar tan cerca del templo de los monos, la visita del día estaba clara, Swayambhunath. Dejamos nuestras mochilas y nos fuimos hacia allí. Para acceder al recinto hay dos entradas, la principal, con 365 escaleras y un acceso por la carretera que rodea la colina desde el sur.


Nosotros accedimos al templo por la entrada sur, ya que primeramente llegamos a Buda park, un bonito parque con tres enormes estaturas de Buda que nos daban la bienvenida a la ciudad. Visitamos este pequeño rincón del reciento y nos fuimos hacia nuestro destino.


Swayambhunath es un templo budista, aunque también es venerado por los hindúes. Según la mitología, todo el valle era un enorme lago fuera del cual crecía la flor de loto. El Bodhisatva Manjushri tuvo la visión de la flor de loto en Swayambhu y viajó hasta allí para adorarlo. Al comprobar que el valle podría ser un buen asentamiento y un lugar accesible para peregrinos, Manjushri creó un barranco en Chovar. El agua drenó fuera del lago, dejando el valle en lo que ahora es Kathmandu. El loto se transformó en una colina y la flor se convirtió en la estupa de Swayambhunath.


El templo también es conocido como templo de los monos, ya que hay cientos de monos sagrados viviendo en él. Son sagrados porque Manjushree, el bodhisattava de la sabiduría y el aprendizaje, fue a lo alto de la colina donde se encuentra el templo. Se suponía que se cortaría el pelo, pero lo dejó crecer y en su cabeza surgieron piojos. Se dice que los piojos se transformaron en los monos que hoy podemos ver en el lugar.



Mitología aparte, Swayambhunath es una preciosa pagoda con vistas a todo Kathmandu. Su estupa con los ojos de Buda mirándote desde cualquier punto no te deja indiferente, y el ambiente del lugar te atrapa nada más llegar a él. Quedaban pocos turistas a esa hora del día y eso se notaba. 



Estuvimos paseando por las pequeñas callejuelas del recinto, empapándonos de ese ambiente tan espiritual, ya que a esa hora del día (18:00 h) comenzó a anochecer, creando una paz y armonía en el lugar únicas.



Con la noche ya tan cerrada y las calles sin iluminación, dábamos por concluido el día. ya que el cansancio de todo el día de viaje era evidente. Habíamos dejado atrás un país fascinante como era Tíbet, pero empezábamos otra aventura en un país que sin duda prometía mucho..... aún no sabía cuanto.




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