Hoy era un día de nervios.
Acababa nuestra aventura por tierras tibetanas y comenzaba algo totalmente
diferente. Desde hoy y durante veinticinco días íbamos a recorrer tierras
nepalíes, así que se cerraba una parte de nuestro viaje pero comenzaba otra
totalmente diferente pero igual de emocionante.
Despertábamos aún en Tíbet,
aunque estábamos a siete kilómetros de la frontera, así que a primera hora
marchamos rumbo hacia ella. Enseguida llegamos al punto de control, y como
faltaba todavía una hora para abrir, estuvimos esperando y despidiéndonos de
Tenchuong, nuestro guía durante nuestro viaje a Tíbet.
A esa hora del día ya había mucha
gente para cruzar la frontera, y enseguida nos llamó la atención un grupo de
escaladores con pinta de haber hecho algo grande. Enseguida supimos que eran
del país vasco y nos pusimos a hablar con ellos mientras esperábamos el papeleo
de la frontera. Venían de escalar el Cho Oyu (8.201 mts.) y uno de ellos además
el Everest (8.848 mts.). Este último además nos enseñó lo que le había costado
la expedición, varios dedos de la mano amputados y varios dedos de los pies
congelados, lo dicho, unos auténticos cracks.
Puntual abrió la frontera a las
10:00 h, y unas mujeres que esperaban en la cola enseguida llamaron la atención
de todos los allí presentes. Eran sherpas cargando en su cabeza paquetes que
estoy seguro que tres hombres de nosotros serían incapaces de levantar con las
manos. La imagen era sobrecogedora.
Llegó nuestro turno y tras el
papeleo de pasaportes rutinario, dábamos por concluida nuestra estancia en
Tíbet. Cruzamos el puente que separa los dos países y llegábamos a la oficina
de visados de Nepal. Pasábamos del orden y control absoluto de Tíbet al caos
total de Nepal en apenas doscientos metros.
Lo primero de todo era conseguir
el visado de Nepal, así que una vez en la oficina, como buenamente pude,
conseguía a base de empujones y brazos en alto los formularios para rellenar.
Tras rellenarlos y entregar una foto de carnet, llegó la hora de pagar. Yo
necesitaba visado para treinta días (40 USD) y yolanda uno de quince (25 USD).
No teníamos dólares, así que nos dijeron que podíamos pagar 65 euros. Les dije
que 65 euros no son 65 dólares, pero me dijeron que era lo que había. Pregunté
por una casa de cambio, pero curiosamente no había ninguna abierta, así que
estaba claro, 65 euros o nada. Tras pasar por el aro (no quedaba otra)
conseguimos nuestros visados.
Una vez teníamos los trámites de
los visados hechos, necesitábamos transporte hasta Kathmandu. Enseguida
vinieron a ofrecerse conductores de jeep que pedían barbaridades (nos empezaron
a pedir 130 euros por los dos), pero en los foros viajeros había leído que no
pagáramos más de 200 yuanes por persona (unos 25 euros). Se lo ofrecí y aceptaron,
así que un problema menos. Estos vehículos se comparten con más viajeros, en
concreto nosotros lo compartíamos con cinco chicos chinos más. Además de estos
Jeeps existe la posibilidad de viajar en bus local, pero tras haber viajado en
estos vehículos durante nuestra estancia en el país, considero una locura ir
desde la frontera hasta Kathmandu en ellos. Por un precio razonable se puede
hacer el trayecto en vehículos 4x4.
Salimos
de la frontera rumbo a Kathmandu y enseguida nos encontramos los primeros
controles de policía. Desde el primer control pudimos comprobar que el
visitante chino no es bienvenido en Nepal. De todos los controles que pasamos,
tan solo en uno de ellos nos pidieron nuestros pasaportes, y siempre con una
sonrisa, mientras que a nuestros compañeros de viaje chinos les registraban
todas sus pertenencias, bolsas, mochilas maletas.... y con unas formas que
dejaban bastante que desear.
Unos meses antes de nuestra
llegada a Nepal, el monzón había ocasionado un gran desprendimiento de tierra
que había dejado la carretera que unía la frontera con Kathmandu inutilizable,
pero por suerte para nosotros hacía unos días que había sido abierta de nuevo.
Esto nos permitió poder coger el jeep desde la misma oficina de visados, ya que
unos días atrás esto era imposible y hubiéramos tenido que caminar unas cuatro
horas hasta poder coger el punto de partida.
El que hubieran abierto la
carretera no significa que esta estuviera en condiciones para abrirse, cosa que
enseguida comprobamos. De hecho había tramos impracticables, ya que además del
barro y piedras en el camino, había que sumar los camiones que se quedaban
atrapados en ella constantemente, precipicios con caídas de cientos de metros,
más nuestro conductor que era un asesino en potencia. Todo esto hizo del viaje
una experiencia inolvidable.
Durante nuestro trayecto pudimos
comprobar por primera vez como es Nepal. Camiones repletos de gente, autobuses
abarrotados con gente en el techo, motos con toda la familia viajando en ella,
cientos de personas en cualquier cruce, cunetas llenas de personas..... Sin
duda aquello era un caos organizado, ya que cuando el accidente parecía
inevitable, de repente todo volvía a su sitio en segundos. Tardamos unas seis
horas en llegar a Kathmandu, un tiempo en el que temí por mi vida en
incontables ocasiones, pero que al final quedó en otra anécdota más.
Nuestro conductor nos dejó en
Thamel, el centro turístico de Kathmandu. Teníamos nuestro hostel allí,
"The happily ever after hostel", así que tras un par de vueltas que
nos costó encontrarlo llegamos a él. Tras instalarnos, nos ofrecieron una
habitación algo más limpia (la que nos habían dado estaba bastante guarreta) en
otro de los hostels que tenían justo en frente de Swayambhunath (el templo de
los monos). Se trataba de "The Sparkling Turtle Backpackers" Estaba
alejado de Thamel, pero aceptamos y sin duda acertamos, ya que este se acercaba
bastante más a nuestra idea de hostel, y su personal era muy agradable.
Al estar tan cerca del templo de
los monos, la visita del día estaba clara, Swayambhunath. Dejamos nuestras
mochilas y nos fuimos hacia allí. Para acceder al recinto hay dos entradas, la
principal, con 365 escaleras y un acceso por la carretera que rodea la colina
desde el sur.
Nosotros accedimos al templo por
la entrada sur, ya que primeramente llegamos a Buda park, un bonito parque con
tres enormes estaturas de Buda que nos daban la bienvenida a la ciudad.
Visitamos este pequeño rincón del reciento y nos fuimos hacia nuestro destino.
Swayambhunath es un templo
budista, aunque también es venerado por los hindúes. Según la mitología, todo
el valle era un enorme lago fuera del cual crecía la flor de loto. El
Bodhisatva Manjushri tuvo la visión de la flor de loto en Swayambhu y viajó
hasta allí para adorarlo. Al comprobar que el valle podría ser un buen
asentamiento y un lugar accesible para peregrinos, Manjushri creó un barranco
en Chovar. El agua drenó fuera del lago, dejando el valle en lo que ahora es
Kathmandu. El loto se transformó en una colina y la flor se convirtió en la
estupa de Swayambhunath.
El templo también es conocido
como templo de los monos, ya que hay cientos de monos sagrados viviendo en él.
Son sagrados porque Manjushree, el bodhisattava de la sabiduría y el
aprendizaje, fue a lo alto de la colina donde se encuentra el templo. Se
suponía que se cortaría el pelo, pero lo dejó crecer y en su cabeza surgieron
piojos. Se dice que los piojos se transformaron en los monos que hoy podemos
ver en el lugar.
Mitología aparte, Swayambhunath
es una preciosa pagoda con vistas a todo Kathmandu. Su estupa con los ojos de
Buda mirándote desde cualquier punto no te deja indiferente, y el ambiente del
lugar te atrapa nada más llegar a él. Quedaban pocos turistas a esa hora del
día y eso se notaba.
Estuvimos paseando por las pequeñas callejuelas del
recinto, empapándonos de ese ambiente tan espiritual, ya que a esa hora del día
(18:00 h) comenzó a anochecer, creando una paz y armonía en el lugar únicas.
Con la noche ya tan cerrada y las calles sin iluminación, dábamos por
concluido el día. ya que el cansancio de todo el día de viaje era evidente.
Habíamos dejado atrás un país fascinante como era Tíbet, pero empezábamos otra
aventura en un país que sin duda prometía mucho..... aún no sabía cuanto.
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