jueves, 4 de diciembre de 2014

Día 2 - Patan - Kathmandu

Despertábamos bien temprano con los ruidos de nuestros vecinos los monos del templo de Swayambhunath, ya que estos recorrían los tejados de uralita de las casas pegadas a la nuestra, así que como ya había amanecido, aprovechamos para salir temprano hacia nuestra primera visita del día, la ciudad de Patan.
Paramos al primer taxi que vimos y pactamos 500 rupias hasta Patan, así que nos pusimos en marcha. Llegamos temprano a Patan, así que mientras la ciudad empezaba a despertar, nosotros aprovechamos para desayunar en un bonito café (Patan Cafe), situado justo enfrente de la entrada a la Durbar Square. Tras el desayuno nos fuimos rumbo hacia la puerta de entrada a su majestuosa plaza, Durbar Square, y tras el pago de 500 rupias, nos dieron el pase a modo de tarjeta que hay que llevar colgado del cuello mientras se visita la ciudad.


Empezamos por Durbar Square, una imponente plaza catalogada por la Unesco como una de las siete zonas monumentales que hacen que el valle de Kathmandu sea Patrimonio de la Humanidad. Patan también es conocida como Lalitpur, y es la ciudad de Nepal que ha aportado el mayor número de renombrados artistas y artesanos en toda la historia nepalí. La ciudad está adornada con conductos de agua, surtidores de piedra, puertas talladas artísticamente, templos hindúes y templos budistas....



Nada más comenzamos a visitar su Durbar Square, enseguida me quedé prendado de la belleza del lugar, un conjunto arquitectónico que no deja indiferente a nadie. Además de su imponente plaza, lo mejor de Patan es perderse por el sin fin de callejuelas y patios interiores donde nos encontramos pequeños templos, fuentes, niños jugando que vienen a saludarte.... una auténtica delicia.



Paseando sin rumbo aparecimos en un mercado local donde el colorido de la gente se mezclaba con tiendas y pequeños comercios ambulantes. 



Seguimos callejeando y de repente aparecimos en Ratnakar Mahavihar, la residencia oficial de la Kumari de Patan. Kumari es considerada como una diosa viviente en Nepal. Significa literalmente "virgen", y en la religión hindú es el nombre que recibe de niña la diosa Durga o Taleju.


Las Kumari son niñas de 4 a 7 años procedentes de la casta Shakya, y se les suponen 32 virtudes que las hacen "perfectas". Una vez la niña comienza a menstruar, los nepalíes creen que la diosa deja de habitar en el cuerpo de la niña y esta deja de ser Kumari.
Para seleccionarlas han de poseer cualidades tales como la serenidad y la compostura. Para esto son sometidas a pruebas como encerrarlas en habitaciones y ser asustadas por gente disfrazada de espíritus y seres malignos y nunca deben asustarse por nada.
Mientras ostentan este cargo, las niñas Kumari no pueden salir sin permiso de su templo, y tan solo lo hacen en tres ocasiones al año para participar en procesiones o eventos religiosos.
Entramos a su casa-templo y tras previo donativo, fuimos bendecidos con nuestra primera tika. Tras la bendición, continuamos con nuestra ruta sin destino. Seguimos callejeando y llegamos nuevamente a la Durbar Square. Esta vez cambiamos de dirección y nos fuimos a callejear por la parte sur de esta. 



Perdidos por sus calles nuevamente, aparecimos en un pequeño altar en el cual una mujer ya muy mayor y sus hijas hacían ofrendas. Nos invitaron a entrar con ellas y nuevamente fuimos bendecidos por la mujer mayor, y es que la religión en este país está tan presente que en cualquier esquina encontramos pequeños altares y gente rindiendo ofrendas siempre dispuestos a enseñarte sus costumbres y sus creencias.


A la salida de este pequeño altar nos encontramos con nuestro primer Sadhu. Se tratan de monjes hindús que siguen el camino de la penitencia y la austeridad para obtener la iluminación. Los Sadhu renuncian a todos los vínculos que los unen a lo terrenal o material en la búsqueda de los verdaderos valores de la vida, e intentan ignorar los placeres y dolores humanos. Dejan atrás todas las ataduras materiales para liberarse a un mundo con la realidad divina, es decir, renuncian a los placeres en esta vida para dejar el círculo de la reencarnación. Son personas muy respetadas y veneradas en la religión hindú, y son mantenidos por la gente que les donan alimentos y dinero.


Durante nuestro viaje por Nepal nos encontramos a muchos de ellos, y en varias ocasiones me pregunté que parte de realidad y que parte de negocio había en todo esto. Leí que el verdadero Sadhu es aquel que no pide dinero, y de todos los que llegamos a encontrarnos (que fueron muchos), tan solo tres de ellos no nos pidieron (fueron a los únicos tres que les dimos un donativo).
Volvimos a nuestra ruta sin rumbo, ya que callejear por las calles de Patan es una auténtica delicia para todos los sentidos. Nos volvimos a perder por sus calles y callejones, hasta que dimos por concluida nuestra visita a la ciudad.



Volvimos a parar un taxi y tras regatear el precio, volvimos a pagar 500 rupias para regresar a Kathmandu, esta vez a su Durbar Square, donde continuaríamos con nuestra siguiente visita del día.
Llegamos a su Durbar y pagamos su entrada, 750 rupias. Esta vez, al pagar la entrada nos dirigimos con nuestro ticket a la oficina que hay dentro de la misma plaza, en la cual nos hicieron un carnet para poder entrar a ella durante toda nuestra estancia en la ciudad sin tener que volver a pagar por ello. Para poder obtener el carnet es obligatorio entregar una foto de carnet y te lo entregan al momento.



Tras hacernos el carnet, aprovechamos para ir a comer. Subimos a uno de los muchos restaurantes que hay en la plaza, donde comimos con unas vistas inmejorables. 


Tras una rica comida (comer en Nepal es muy barato, unos cuatro euros de media), nos pusimos en marcha para visitar la Durbar.


Se trata del corazón de Kathmandu, y es una de las tres plazas Durbar que hay en el valle, junto con la de Patan y la de Bhaktapur. También es Patrimonio de la Humanidad. El significado literal de Durbar Square es lugar de palacios. En ella podemos encontrar varios templos y la que fue residencia real hasta el siglo XIX, y ha sido lugar de coronaciones de los monarcas nepalíes. Mucho más grande que la Durbar de Patan, pero igual de impactante.


Nada más salir del restaurante, un guía de los muchos que hay ofreciendo tours nos preguntó si queríamos hacer un tour con él. Al principio no quisimos, pero tras mucho insistir aceptamos un tour de una hora por 1.500 rupias. Recorrimos la plaza y sus templos con él, explicándonos la historia de todos ellos y la verdad que fue todo un acierto, ya que sus explicaciones fueron muy interesantes no solo por la información de la plaza, sino por la historia de Nepal, sus tradiciones y su religión. Sin duda mereció mucho la pena.


Tras visitar todos los templos de Durbar Square, nos fuimos en dirección Freak Street. Esta mítica calle de Kathmandu era frecuentada por los antiguos hippies occidentales que venían a Nepal en busca de espiritualidad y viajes psicotrópicos. 



Compraban substancias en esta calle y marchaban a fumar a Durbar Square, sentados en el llamado templo de los hippies, desde el cual se disfrutan de unas vistas privilegiadas de la plaza. Es un lujo sentarse aquí y ver el corazón de Kathmandu. 


Hoy en día no queda nada de aquel ambiente hippie en Freak Street, así que no merece la pena molestarse mucho en visitar la calle.
Tras la visita a Durbar Square, nos fuimos de nuevo callejeando hasta el barrio de Thamel. Paseamos por calles repletas de tiendas, puestos ambulantes, gente, motos, taxis, ruido.... Kathmandu es una ciudad llena de vida, un lugar que contagia su colorido y su vitalidad cuando uno pasea por sus callejuelas.


Casi sin darnos cuentas aparecimos en Thamel. La zona es muy atractiva para cualquier visitante. Se trata del barrio por excelencia de los turistas occidentales y la zona de compras. Allí encuentras todo lo que puedas imaginar. Ropa de montaña, sacos de dormir, mochilas, ropa hippie.... Es el paraíso del regateo, aunque hay que tener en cuenta que todo es imitación. Además de tiendas podemos encontrar infinidad de agencias para organizar trekkings, rafting, deportes de aventura, viajes a Tíbet o Bhutan..... En resumen, todo lo que puedas necesitar en Nepal está en Thamel.



Aprovechamos para cenar allí y tras una agradable visita al barrio, regresamos a nuestro hostel con unas ganas locas de seguir conociendo esta encantadora y a la vez caótica ciudad.






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