Después de varios días de visitar
Kathmandu y sus alrededores, hoy íbamos a pasar nuestra primera noche fuera de
la ciudad. Nuestro destino final del día era Nargarkot, pero hasta llegar hasta
él haríamos varias paradas por el camino, y la primera sería ni más ni menos
que la ciudad de Bhaktapur, una de las ciudades más importantes y bellas de
Nepal.
Bhaktapur fue una vez capital de
Nepal durante el gran Reino Malla hasta la segunda mitad del siglo XV y dominó
política y económicamente todo Nepal hasta el siglo XVI. La ciudad se conserva
bastante antigua y es un placer perderse entre sus calles y recorrer
tranquilamente sus rincones. En ellos podemos observar magníficos ventanales,
hermosos templos, preciosas plazas.... todo un regalo para la vista.
Con César ya incorporado al
equipo, nos pusimos en marcha a primera hora del día hacia Bhaktapur. Teníamos
pensado ir a la estación de autobuses andando para tomar el bus que nos llevaría
hasta nuestro destino (Bhaktapur se encuentra a 13 kilómetros de
Kathmandu), pero nada más salir del hotel un taxista nos ofreció llevarnos
hasta Bhaktapur por 600 rupias, precio que vimos razonable y aceptamos.
Llegamos pronto a la ciudad y
esta aún se encontraba medio dormida, ya que sus comercios todavía permanecían
cerrados y su Durbar se encontraba prácticamente desierta. Pagamos la entrada
(1.500 rupias) y aprovechamos esta tranquilidad para perdernos por sus calles
mientras la ciudad despertaba poco a poco.
Nos fuimos sin rumbo fijo a
callejear por sus rincones disfrutando de su arquitectura y de sus gentes,
mientras la ciudad iba recobrando la vida por minutos.
Llegamos tranquilamente al otro
extremo de la ciudad y emprendimos un nuevo camino de vuelta hasta llegar a la
preciosa plaza donde se encuentra el Templo Nyatapola, donde aprovechamos para
hacer una parada y tomar un té desde una terraza mientras comprobábamos como la
gente de la ciudad iban abriendo poco a poco sus comercios y los primeros turistas
comenzaban a aparecer. La belleza y tranquilidad del lugar eran insuperables.
Tras esta reconfortable pausa,
nos dispusimos de nuevo a recorrer las calles de la ciudad, hasta que llegamos
de nuevo a su famosa Durbar Square. Allí nos encontramos con que estaban
rodando una película "made in Bollywood". Montones de curiosos se
agolpaban para ver rodar una secuencia de acción protagonizada por el guaperas
de turno que era rodeado por montones de matones que iban cayendo como moscas
mientras nuestro héroe repartía bofetadas a diestro y siniestro. La película
parecía más cómica que de acción, ya que los actores eran peor que malos,
aunque la anécdota fue divertida.
Decidimos dar el último paseo
antes de marchar y esta vez queríamos probar una de las delicias de la ciudad.
Se trata de su famoso yogurt, Juju Dhau. Solo puedo decir que su fama está más
que merecida. Un regalo para cualquier paladar.
Con esto dábamos por concluida
nuestra visita a esta hermosa ciudad y nos poníamos en marcha hacia nuestro
siguiente destino, Changu Narayan. Nos dirigimos hacia la zona de buses y
enseguida nos dijeron donde tomar el bus que necesitábamos. Llegó rápidamente y
nos subimos a él (20 rupias) y tras treinta minutos de viaje (con cabra
incluida como acompañante) llegamos a nuestro destino.
Changu Narayan es un templo
dedicado al dios Vishnu y tiene mucha relevancia entre la gente hindú. Está
considerado el templo más antiguo de Nepal.
Tras una visita rápida al templo y
sus empinadas calles que llevan hasta él, nos dispusimos a empezar con lo que
realmente nos había traído hasta este lugar.
Este es el punto de partida del
trekking que teníamos pensado realizar en el día de hoy y que nos llevaría
hasta el pueblo de Nargarkot.
Este pueblo es famoso por las
vistas que se tienen desde él de la cordillera del Himalaya, además de sus
amaneceres y atardeceres. En días claros se pueden ver las cumbres de varios
ochomiles, incluidos el Monte Everest, el Manaslu y el Shisha Pangma. La mejor
época del año para disfrutar de las vistas en Nargarkot es entre los meses de
octubre y diciembre, ya que el aire es más limpio después de los monzones,
aunque hay que tener en cuenta que incluso en esta época del año es difícil
tener un día despejado, aunque nosotros queríamos intentarlo.
Comenzamos a caminar tras las
indicaciones que nos dieron en los restaurantes de la zona, ya que la
señalización era del todo nula, aunque durante el camino siempre encuentras a
gente a la que preguntar y a veces incluso no es ni necesario, ya que ellos
mismos te indican directamente.
El trekking hasta Nargarkot no es
nada exigente y es apto para cualquier persona con un mínimo de condición
física. Es una bonita excursión que te lleva por pequeños poblados de tres o
cuatro casas mientras sus habitantes te van saludando y guiando si tienes
alguna duda.
Recorres caminos y campos de arroz mientras observas el día a día
de sus gentes, a la vez que vas disfrutando de un paisaje mucho más rural del
que hasta ahora habíamos disfrutado. Sin duda es un trekking muy recomendable.
Tras tres horas de caminata a
ritmo tranquilo llegamos al pueblo de Nargarkot. Aunque el pueblo es pequeño,
dispone de muchos hoteles para pasar la noche y enseguida te vienen a ofrecer
alojamiento.
Nosotros queríamos pasar la noche algo más cerca de la zona de
vistas a las montañas, así que aún teníamos una caminata por carretera
asfaltada que subía hacia el mirador. Tras otra hora más de subida, llegamos al
último alojamiento antes del mirador, el Om Manla Resort, un bonito alojamiento
de madera construido en plena montaña y desde el cual teníamos unas vistas
inmejorables de las montañas. Su amable dueño nos ofreció una bonita habitación
de madera con doble piso por 3000 rupias, así que no había duda, aquí
pasaríamos la noche.
La paz que transmitía el lugar
era hipnotizadora, pero por desgracia la suerte no nos acompañaba, ya que las
montañas estaban completamente tapadas y se negaban a aparecer aunque fuese por
un momento. Quedaba claro que al menos hoy no íbamos a poder disfrutar de las
vistas, pero nos conformamos con disfrutar en su magnífica terraza del valle y
sus terrazas de arroz que teníamos a nuestros pies. El lugar ya nos había
enamorado por completo.
Encargamos la cena y por primera
vez íbamos a comer el plato nacional nepalí, su famoso Dhal Baht. Disfrutamos
de una rica cena en un hermoso lugar, regentado además por una familia
encantadora, no podíamos pedir más.
Tras comprobar que hoy iba a ser del todo imposible disfrutar del
atardecer en todo su esplendor, terminamos la tarde con una charla al fresco,
con un rico "black tea" caliente y esperando tener más suerte el día
siguiente. Aún teníamos la posibilidad de disfrutar de un amanecer
inolvidable.... Solo nos quedaba cruzar los dedos.
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