Nada más levantarnos, comprobamos
que seguía lloviendo, aunque la lluvia era cada vez más débil. Mientras
preparábamos las mochilas y desayunábamos, la lluvia dejó de caer, así que
salimos hacia las afueras del pueblo en busca de la cascada que teníamos
pensado visitar.
Para llegar hasta esta no tiene pérdida, ya que basta con seguir el camino de piedra que atraviesa la aldea. Salimos del hotel bastante temprano, y mientras cruzamos el pueblo, me llama la atención que aunque todos los comercios del pueblo están cerrados todavía, la mayoría de ellos no dispone de persianas, simplemente unas pequeñas puertas de madera y plásticos, dejando todos sus productos a la vista, dando una idea de la tranquilidad con la que viven sus habitantes.
El camino hacia la cascada discurre entre pequeños campos de arroz y huertos, donde es frecuente encontrar a gente trabajando en ellos. Hombres y mujeres trabajando en compañía del ganado, labrando la tierra con sus propias manos, estampas difíciles de encontrar en estos días.
El paseo es muy entretenido, y en menos de una hora, nos encontramos delante de uno de esos pequeños rincones que sin tener nada, lo tiene todo. Un lugar donde poder escuchar el silencio, donde poder escuchar el sonido de la naturaleza, una auténtica joya escondida. He de confesar que la magia del lugar me atrapó nada más llegar, ya que encontrarte solo en un lugar como este no tiene precio.
La cascada tiene un pequeño camino que permite pasar por detrás de ella, sintiéndote parte de ella. Después de deleitarnos un buen rato en esta pequeña joya escondida, volvimos hacia el pueblo, y mientras regresábamos, la lluvia comenzó otra vez a caer con fuerza, así que nos fuimos dirección al hotel y decidimos irnos hacia nuestro siguiente destino, Fenghuang.
No queríamos irnos sin despedirnos de nuestra encantadora anfitriona, pero no pudimos encontrarla, así que nos quedamos con las ganas de despedirnos de ella, una lástima. Para llegar hasta Fenghuang, necesitábamos volver a Jishou, desde donde salían los buses hacia Fenghuang, así que volvimos a tomar el bus (7¥) hasta Jishou. Una vez en Jishou, pensaba que el bus hacia Fenghuang salía de la misma estación de bus, así que con mi libreta en mano, fui preguntando por él, cuando sin darme cuenta, en menos de 3 segundos, tenía más de veinte personas rodeándome, intrigados por saber hacia dónde íbamos. No había mucha unanimidad respecto hacia donde debíamos ir, algo bastante frecuente por estas tierras, pero de repente, salió en nuestra ayuda una chica joven que hablaba algo de inglés, y tras preguntarnos si íbamos a Fenghuang, nos dice que la sigamos, que el bus sale desde otra estación que está un poco más alejada (200 mts). Mientras nos dirige hacia la estación, me da todo tipo de consejos para llegar hasta Fenghuang, número de bus, precio, recorrido, tiempos….(nunca dejaré de estar agradecido por toda la ayuda que nos prestaron durante nuestra estancia). Mientras hablamos un poco, ella misma va preguntando al resto del personal de la estación donde está el bus que va a Fenghuang, y mientras la seguimos, llegamos justo a la puerta del bus. Mientras nos despedimos de ella, nos dice que una vez en Fenghuang, tenemos que coger el bus número 1, que nos llevará al centro de la ciudad. El bus Jishou-Fenghuang nos cuesta 20¥, y en una hora y media, llegamos a nuestro destino. Nada más bajar, nos encontramos de frente con el bus número 1, así que nos montamos (1¥). Una vez íbamos montados en el bus urbano, no tenía ni idea donde bajar, ya que estábamos en las afueras de la ciudad, y nuestra intención era llegar al centro, ya que aunque no teníamos habitación reservada, tenía anotado el nombre y la dirección de un hostel recomendado. Nada más sacar mi guía y preguntar, un hombre de mediana edad me dice que no me preocupe, que él me avisa. Al llegar a la parada, me dice que bajemos, y vemos que él baja con nosotros, y tras pedirme la guía, me dice que le sigamos. Cruzamos todo el pueblo, y aunque cada vez veía más claro que nuestro guía no tenía ni idea de donde estaba el hostel, tampoco teníamos mucha más opciones. Vuelve a pedirme la guía, esta vez para llamar por teléfono. Tras varias llamadas, y más de veinte minutos recorriendo las calles de Fenghuang, nos deja en la puerta del hostel, con una cara de felicidad y satisfacción que poco más podíamos decirle. Tras darle las gracias, descubrimos que no era el hostel que buscábamos, aunque era de la misma cadena, así que tras preguntar si tenían camas disponibles, decidimos quedarnos.
Fenghuang está considerada por los chinos como una de las ciudades más bellas de toda China, y su fama está más que merecida. Tiene el sobrenombre de la Venecia China, ya que está atravesada por el río Tuo, y los puentes que lo atraviesan y las góndolas que lo recorren, recuerdan muchísimo a la ciudad italiana.
Aunque no es una ciudad muy visitada por el turismo occidental, es una de las ciudades más turisticas de toda China con lo que eso conlleva, lo cual hace que pasear por sus calles sea todo un ejercicio de paciencia.
Su centro histórico está rodeado por una
muralla, y sin duda es la parte más interesante de la ciudad. Perderse por sus
calles y callejones, llenos literalmente de pequeñas tiendas de todo tipo es
una auténtica delicia.
Una de las cosas que más me llamó la atención de Fenghuang es la mezcla entre el turismo y la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad, ya que mientras paseas por la orilla del río, es frecuente encontrarse a los lugareños realizando sus quehaceres cotidianos tranquilamente, mientras los turistas recorren el río en sus góndolas, demostrando que el paso del tiempo por estos lugares no ha variado mucho sus vidas.
Estuvimos paseando por todos sus rincones, y una vez recorrimos todo el centro histórico, nos fuimos a dejar las mochilas a nuestro hostel, dispuestos a buscar algún sitio para cenar. Justo al lado de nuestro hostel, teníamos el puente más grande que atraviesa el río, un puente que me recordaba mucho al Puente Vecchio de Florencia, donde en uno de sus extremos, mientras paseábamos por la tarde, habíamos visto que comenzaban a montar una especie de mercado ambulante de comida, con puestos donde vendían todo tipo de pinchos hechos a la brasa.
Decidimos pasarnos para echar un vistazo, y la verdad que nos sorprendió la cantidad de puestos que habían montado en un par de horas que hacía que habíamos estado allí. De repente, aquel lugar se había convertido en una autentica feria ambulante con infinidad de alimentos de todo tipo, sobretodo pinchos de verduras y carne. El sitio estaba lleno de gente comiendo en las mesas que tenían todos los puestos, así que decidimos comer allí unos pinchos de carne y verduras que como no, picaban de una manera sobrehumana. Una vez terminamos de cenar, nos fuimos a disfrutar un poco de la noche de Fenghuang, ya que la ciudad es famosa por su ambiente nocturno, y la verdad que nos sorprendió gratamente.
Muchas de las casas que dan al río, son bares de copas nocturnos, con karaokes profesionales donde los chinos no dudan en ofrecer actuaciones memorables. Mientras buscábamos un bar para tomar una cerveza, un chico nos ofrece entrar en su bar, que no nos cobra y además nos invita a una cerveza. Como no teníamos rumbo fijo, decidimos entrar ya que había música en directo. Un chino con la voz de Sergio Dalma, cantaba a viva voz, mientras el público cantaba y aplaudía con muchas ganas. Nada más entrar, nos sienta en una mesa justo delante de la zona de actuaciones y nos trae cuatro cervezas que deja en la mesa. Mientras nos abre las cervezas, otro chino que parece ser el dueño, se sienta con nosotros, y entre brindis y risas, nos deja disfrutando de la actuación del Sergio Dalma chino (un crack), y varios espontáneos del público que salen con más voluntad que otra cosa. Ante de acabarnos las cervezas, una camarera jovencita nos trae dos cervezas más sin pedirlas, mientras disfrutábamos de las actuaciones y aplaudíamos y gritábamos como uno más del público entregado a los artistas. Estábamos tan a gusto que sin darnos cuenta, llevábamos más de dos horas viendo cantar a gente y bebiendo cerveza sin parar, así que cuando decidimos a irnos, pensamos que nos harían pagar las cervezas, aunque lo habíamos pasado tan bien, que no nos importaba en absoluto. Pues para nuestro asombro, no solo nos invitaron, sino que cada vez que pasábamos por la puerta del local, nos saludaban con un “hallo” y una sonrisa de oreja a oreja!!!!!
Para llegar hasta esta no tiene pérdida, ya que basta con seguir el camino de piedra que atraviesa la aldea. Salimos del hotel bastante temprano, y mientras cruzamos el pueblo, me llama la atención que aunque todos los comercios del pueblo están cerrados todavía, la mayoría de ellos no dispone de persianas, simplemente unas pequeñas puertas de madera y plásticos, dejando todos sus productos a la vista, dando una idea de la tranquilidad con la que viven sus habitantes.
El camino hacia la cascada discurre entre pequeños campos de arroz y huertos, donde es frecuente encontrar a gente trabajando en ellos. Hombres y mujeres trabajando en compañía del ganado, labrando la tierra con sus propias manos, estampas difíciles de encontrar en estos días.
El paseo es muy entretenido, y en menos de una hora, nos encontramos delante de uno de esos pequeños rincones que sin tener nada, lo tiene todo. Un lugar donde poder escuchar el silencio, donde poder escuchar el sonido de la naturaleza, una auténtica joya escondida. He de confesar que la magia del lugar me atrapó nada más llegar, ya que encontrarte solo en un lugar como este no tiene precio.
La cascada tiene un pequeño camino que permite pasar por detrás de ella, sintiéndote parte de ella. Después de deleitarnos un buen rato en esta pequeña joya escondida, volvimos hacia el pueblo, y mientras regresábamos, la lluvia comenzó otra vez a caer con fuerza, así que nos fuimos dirección al hotel y decidimos irnos hacia nuestro siguiente destino, Fenghuang.
No queríamos irnos sin despedirnos de nuestra encantadora anfitriona, pero no pudimos encontrarla, así que nos quedamos con las ganas de despedirnos de ella, una lástima. Para llegar hasta Fenghuang, necesitábamos volver a Jishou, desde donde salían los buses hacia Fenghuang, así que volvimos a tomar el bus (7¥) hasta Jishou. Una vez en Jishou, pensaba que el bus hacia Fenghuang salía de la misma estación de bus, así que con mi libreta en mano, fui preguntando por él, cuando sin darme cuenta, en menos de 3 segundos, tenía más de veinte personas rodeándome, intrigados por saber hacia dónde íbamos. No había mucha unanimidad respecto hacia donde debíamos ir, algo bastante frecuente por estas tierras, pero de repente, salió en nuestra ayuda una chica joven que hablaba algo de inglés, y tras preguntarnos si íbamos a Fenghuang, nos dice que la sigamos, que el bus sale desde otra estación que está un poco más alejada (200 mts). Mientras nos dirige hacia la estación, me da todo tipo de consejos para llegar hasta Fenghuang, número de bus, precio, recorrido, tiempos….(nunca dejaré de estar agradecido por toda la ayuda que nos prestaron durante nuestra estancia). Mientras hablamos un poco, ella misma va preguntando al resto del personal de la estación donde está el bus que va a Fenghuang, y mientras la seguimos, llegamos justo a la puerta del bus. Mientras nos despedimos de ella, nos dice que una vez en Fenghuang, tenemos que coger el bus número 1, que nos llevará al centro de la ciudad. El bus Jishou-Fenghuang nos cuesta 20¥, y en una hora y media, llegamos a nuestro destino. Nada más bajar, nos encontramos de frente con el bus número 1, así que nos montamos (1¥). Una vez íbamos montados en el bus urbano, no tenía ni idea donde bajar, ya que estábamos en las afueras de la ciudad, y nuestra intención era llegar al centro, ya que aunque no teníamos habitación reservada, tenía anotado el nombre y la dirección de un hostel recomendado. Nada más sacar mi guía y preguntar, un hombre de mediana edad me dice que no me preocupe, que él me avisa. Al llegar a la parada, me dice que bajemos, y vemos que él baja con nosotros, y tras pedirme la guía, me dice que le sigamos. Cruzamos todo el pueblo, y aunque cada vez veía más claro que nuestro guía no tenía ni idea de donde estaba el hostel, tampoco teníamos mucha más opciones. Vuelve a pedirme la guía, esta vez para llamar por teléfono. Tras varias llamadas, y más de veinte minutos recorriendo las calles de Fenghuang, nos deja en la puerta del hostel, con una cara de felicidad y satisfacción que poco más podíamos decirle. Tras darle las gracias, descubrimos que no era el hostel que buscábamos, aunque era de la misma cadena, así que tras preguntar si tenían camas disponibles, decidimos quedarnos.
Fenghuang está considerada por los chinos como una de las ciudades más bellas de toda China, y su fama está más que merecida. Tiene el sobrenombre de la Venecia China, ya que está atravesada por el río Tuo, y los puentes que lo atraviesan y las góndolas que lo recorren, recuerdan muchísimo a la ciudad italiana.
Aunque no es una ciudad muy visitada por el turismo occidental, es una de las ciudades más turisticas de toda China con lo que eso conlleva, lo cual hace que pasear por sus calles sea todo un ejercicio de paciencia.
Una de las cosas que más me llamó la atención de Fenghuang es la mezcla entre el turismo y la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad, ya que mientras paseas por la orilla del río, es frecuente encontrarse a los lugareños realizando sus quehaceres cotidianos tranquilamente, mientras los turistas recorren el río en sus góndolas, demostrando que el paso del tiempo por estos lugares no ha variado mucho sus vidas.
Estuvimos paseando por todos sus rincones, y una vez recorrimos todo el centro histórico, nos fuimos a dejar las mochilas a nuestro hostel, dispuestos a buscar algún sitio para cenar. Justo al lado de nuestro hostel, teníamos el puente más grande que atraviesa el río, un puente que me recordaba mucho al Puente Vecchio de Florencia, donde en uno de sus extremos, mientras paseábamos por la tarde, habíamos visto que comenzaban a montar una especie de mercado ambulante de comida, con puestos donde vendían todo tipo de pinchos hechos a la brasa.
Decidimos pasarnos para echar un vistazo, y la verdad que nos sorprendió la cantidad de puestos que habían montado en un par de horas que hacía que habíamos estado allí. De repente, aquel lugar se había convertido en una autentica feria ambulante con infinidad de alimentos de todo tipo, sobretodo pinchos de verduras y carne. El sitio estaba lleno de gente comiendo en las mesas que tenían todos los puestos, así que decidimos comer allí unos pinchos de carne y verduras que como no, picaban de una manera sobrehumana. Una vez terminamos de cenar, nos fuimos a disfrutar un poco de la noche de Fenghuang, ya que la ciudad es famosa por su ambiente nocturno, y la verdad que nos sorprendió gratamente.
Muchas de las casas que dan al río, son bares de copas nocturnos, con karaokes profesionales donde los chinos no dudan en ofrecer actuaciones memorables. Mientras buscábamos un bar para tomar una cerveza, un chico nos ofrece entrar en su bar, que no nos cobra y además nos invita a una cerveza. Como no teníamos rumbo fijo, decidimos entrar ya que había música en directo. Un chino con la voz de Sergio Dalma, cantaba a viva voz, mientras el público cantaba y aplaudía con muchas ganas. Nada más entrar, nos sienta en una mesa justo delante de la zona de actuaciones y nos trae cuatro cervezas que deja en la mesa. Mientras nos abre las cervezas, otro chino que parece ser el dueño, se sienta con nosotros, y entre brindis y risas, nos deja disfrutando de la actuación del Sergio Dalma chino (un crack), y varios espontáneos del público que salen con más voluntad que otra cosa. Ante de acabarnos las cervezas, una camarera jovencita nos trae dos cervezas más sin pedirlas, mientras disfrutábamos de las actuaciones y aplaudíamos y gritábamos como uno más del público entregado a los artistas. Estábamos tan a gusto que sin darnos cuenta, llevábamos más de dos horas viendo cantar a gente y bebiendo cerveza sin parar, así que cuando decidimos a irnos, pensamos que nos harían pagar las cervezas, aunque lo habíamos pasado tan bien, que no nos importaba en absoluto. Pues para nuestro asombro, no solo nos invitaron, sino que cada vez que pasábamos por la puerta del local, nos saludaban con un “hallo” y una sonrisa de oreja a oreja!!!!!
Después de nuestro maravilloso contacto
con el mundo del karaoke chino, nos fuímos a dar una vuelta por la orilla del
río, ya que si la ciudad es bonita por el día, pasear por la noche por ella es
una auténtica delicia. Todas las casas que dan al río se iluminan, lo que le da
un aspecto único.
Mientras paseábamos por la ciudad, me llamó la atención la cantidad de músicos callejeros que nos encontramos, muchos grupos de jóvenes artistas que en cada rincón de la ciudad montaban improvisados conciertos, o simples solistas tocando sus guitarras y rodeados siempre de un grupo bastante grande de gente que cantaban sus canciones, con velas encendidas en el suelo, ya que había una parte de la ciudad que había tenido problemas con el suministro eléctrico durante todo el día, convirtiendo a la ciudad en un auténtico hervidero de talento, y dándole un aire bohemio mágico. Una noche inolvidable.
Mientras paseábamos por la ciudad, me llamó la atención la cantidad de músicos callejeros que nos encontramos, muchos grupos de jóvenes artistas que en cada rincón de la ciudad montaban improvisados conciertos, o simples solistas tocando sus guitarras y rodeados siempre de un grupo bastante grande de gente que cantaban sus canciones, con velas encendidas en el suelo, ya que había una parte de la ciudad que había tenido problemas con el suministro eléctrico durante todo el día, convirtiendo a la ciudad en un auténtico hervidero de talento, y dándole un aire bohemio mágico. Una noche inolvidable.
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