Despertábamos en nuestro
backpacker de Storms River y descubríamos que estábamos completamente solos.
Nuestro compañero de habitación había marchado de madrugada y nos habíamos
quedado solos sin saberlo. Estuvimos desayunando tranquilamente mientras
esperábamos a que alguien apareciese, pero hasta poco antes de marchar no empezaron
a llegar los empleados (se notaba que era plena temporada baja). Para hoy teníamos
pensado ir a visitar Nature’s Valley, todavía dentro del Parque Nacional de
Tsitsikamma, pero a unos veinte kilómetros de Storms River. Para llegar hasta
allí, el camino no tiene ninguna dificultad, ya que basta con tomar la N 2 y enlazar con la R 102, carretera que lleva hasta
Nature´s Valley. Nos pusimos en marcha y antes de llegar a la R 102, en la misma N2, nos
encontramos los indicadores de Bloukrans Bridge y decidimos parar para echar un
vistazo.
Se trata del salto de puenting (o como ellos lo llaman, bungee jumping)
más alto del mundo, con 216
metros de caída. La zona esta acondicionada para varias actividades
al aire libre, con un mercadillo de artesanía que estaban empezando a montar,
pero al ser tan temprano, no había mucho ambiente. Descartada por completo la
opción de saltar, al menos por mi parte (impresiona verlo desde lejos, no me
quiero ni imaginar estar asomado a la pasarela de salto), estuvimos esperando
un rato a ver si teníamos suerte y veíamos a alguien saltar, pero como no se
veían voluntarios por ningún lado, nos pusimos de nuevo en marcha hacia nuestro
destino. Volvimos a la N 2
de nuevo, y tras pasar un peaje (35 Zar), justo pasado este, vimos el indicador
a la izquierda de la R 102,
carretera que nos llevaba hasta Nature’s Valley.
Lo que nos atraía de Nature’s Valley
era un trekking llamado Kalander kloof. Se trata de una sencilla excursión de 4.8 kilómetros que
sale desde el parking del camping Vasselot, justo antes de llegar al pueblo de
Nature’s Valley, y que tras una hora de subida por un denso bosque, se encuentran
unas bonitas vistas de la laguna y el océano. Antes de empezar la visita a
Nature’s Valley, las expectativas no eran muy buenas, ya que la visita de
Storms River Mouth del día anterior nos había dejado el listón muy alto, pero
el lugar guardaba sorpresas inesperadas. Aparcamos el coche en el parking de
Vasselot y fuimos a la oficina de información, donde nos dieron un mapa e
información de la zona. Nos recomendaron hacer el Kalander kloof Trail, el cual
teníamos previsto hacer, y además nos recomendaron una vez acabáramos este,
bajar hasta el pueblo y hacer el Salt River Trail, un bonito trekking que
recorría parte de bosque y parte de playa. Como teníamos pensado pasar el día
en la zona, nos fue de gran ayuda el consejo, así que tras preparar las mochilas,
nos pusimos en marcha para nuestro primer trekking del día, Kalander kloof. El camino empieza justo en
frente del parking Vasselot, y tras entrar en un denso bosque, nos pusimos a
caminar a través de él hasta que pasados unos quince minutos, llegamos al cruce
del error.
Mientras preparaba el viaje, leí algún blog de gente que había hecho
el trekking y que se había equivocado en esta parte del trekking, ya que si
hacemos caso a las señales, esta nos indica claramente que debemos seguir
recto, aunque a su derecha sale un camino de subida. En la entrada nos habían
dicho de seguir siempre a la derecha, pero al ver la señal nos dejamos guiar
por ella…error!!!! No es que el camino que seguimos no llegue hasta el mirador,
pero se da una vuelta circular bastante grande por un camino que en muchos
tramos se hace muy difícil de seguir, básicamente porque en muchos de estos tramos
no hay camino y hemos de improvisar un poco y seguir el cauce del río seco que nos
encontramos. Después de un buen rato andando y cuando las dudas comenzaban a
aparecer, nos encontramos con un indicador del camino que nos indicaba girar a
la derecha por una fuerte subida. Tras una corta pero intensa subida, empezamos
a ver las primeras vistas de la zona.
Continuamos subiendo y llegamos a una
explanada donde ya encontramos indicaciones del mirador, así que nos acercamos
hasta allí y nos topamos con unas vistas del río, la laguna y el océano
realmente bonitas.
Después de tomar varias fotos, nos pusimos de nuevo en
marcha por el camino que descendía desde el mirador, y tras cruzar de nuevo un
bosque, aunque esta vez mucho más marcado, aparecimos de nuevo en el cruce
donde nos habíamos equivocado. Ahora ya sí que no tenía duda, el camino sube y baja
por la derecha de la señal y es tontería hacer el tramo que habíamos hecho, ya
que carece de ningún atractivo que haga merecer la pena dar toda la vuelta que
dimos nosotros. Kalander kloof nos llevó
un par de horas, así que siguiendo la recomendación que nos habían dado en la
oficina de información, nos fuimos dirección al pueblo para hacer Salt River
Route. El camino sale desde el único restaurante y tienda del pueblo, y tras
recibir varias recomendaciones en la oficina de turismo-supermercado, nos
pusimos en marcha. Siguiendo la recomendación de la agradable recepcionista de
la oficina de turismo, hicimos unas fotos a los mapas que tienen sobre la
excursión para que nos sirviesen de ayuda, aunque el camino no tiene ninguna
dificultad.
Bajamos hasta la playa y tras girar a la derecha, comenzamos a
andar por esta hasta que encontramos un cartel que nos indicaba un mirador.
El
camino original empezaba un poco más hacia delante, ya que este mirador era la
parte final del camino, pero como el trekking es una ruta circular, da igual
por donde se empiece, así que nosotros decidimos subir por aquí, y tras una
pequeña subida, llegamos hasta un pequeño mirador escondido con unas vistas de
la zona impresionantes.
Continuamos con la subida y tras llegar a un pequeño
camino, giramos a la izquierda para encarar una bajada que nos llevaría sin
saberlo a un rincón mágico. Se trata de una pequeña playa en medio de agujas en
forma de roca, un pequeño oasis en medio de esas enfurecidas olas rompiendo
contra las rocas, de un pequeño rincón entre abruptos acantilados donde el mar
descansaba por un momento, un lugar en el que nada más llegar, enseguida me di
cuenta que tenía algo especial.
Quizás fuese la soledad del lugar, o puede que
la tranquilidad que se respiraba entre olas rompiendo a escasos metros, o puede
que fuese la belleza del río Salt muriendo en aquella pequeña playa, pero el
lujo de estar allí completamente solos hacía del lugar un rincón único.
Tras un
buen rato disfrutando del lugar y sin muchas ganas de abandonarlo, nos pusimos
de nuevo en marcha cruzando la playa para ir a tomar el camino que continuaba
por la parte izquierda de esta, que tras cruzar de nuevo un pequeño bosque,
bajaba hasta las afiladas rocas donde rompían con fuerza las olas.
De nuevo
teníamos ante nosotros unas vistas inolvidables, con la inmensidad del océano en
frente nuestro del cual salían bonitos y escarpados acantilados a nuestra derecha,
y que íbamos disfrutando mientras andábamos con cuidado entre sus rocas que nos
servían para protegernos de la fuerza del mar a nuestra izquierda. Un camino
que sin duda ponía el broche final a un trekking que me encantó.
Después de
andar un camino no muy largo entre las rocas, llegábamos de nuevo a la playa desde
donde habíamos empezado a caminar hacía un par de horas. Con las expectativas
más que superadas, y con la sensación de haber visitado un lugar inolvidable,
decidimos comer en el restaurante del pueblo, un sitio muy recomendable con una
comida sencilla pero deliciosa y muy bien de precio. Una vez terminamos de
comer, decidimos ir a visitar la laguna, y de nuevo el lugar volvió a
regalarnos unas vistas inolvidables. Aparcamos en el pequeño parking que hay
justo donde acaba la laguna y nos fuimos andando a visitar la zona.
Si la zona
ya me había enamorado del todo con el trekking de Salt River, Nature’s Valley
guardaba todavía una sorpresa en forma de vistas sobre la laguna y la playa que
hicieron del todo imposible no rendirme ante la belleza del lugar.
Teníamos
ante nosotros unas vistas sobre la laguna y sus montañas que morían en una
preciosa playa. Una playa cubierta de una bruma que cubría toda su extensión y
que a su vez regalaba al lugar un aire fantasmagórico.
Estando en aquel lugar
me venían a la cabeza imágenes de náufragos llegando a su orilla, de barcos
fantasmas encallados en aquella playa inhóspita, en aquel paisaje irreal, sin
duda aquel era un lugar encantado.
Sin querer abandonar aquel lugar,
tuvimos que poner punto final a nuestra visita a Nature’s Valley, un lugar que
no puedo dejar de recomendar a todo el mundo que este por la zona, ya que estoy
convencido que no dejará indiferente a nadie que lo visite.
Volvimos a nuestro
coche y nos pusimos en marcha hacia nuestro siguiente destino, Robberg Nature
Reserve, una reserva natural que se encuentra en Plettenberg Bay, a unos
cuarenta kilómetros de donde nos encontrábamos. Nos fuimos por la R 102 de nuevo hasta que
encontramos el desvío para la N 2,
la cual nos llevaba directos hacia Plettenberg Bay, un bonito pueblo que nada
tiene que ver con lo que uno entiende como África.
Casas de lujo con vistas al
mar, restaurantes y bares de lujo en plena arena de playa, un lugar que de
nuevo me recordaba más a cualquier ciudad americana que a una ciudad africana.
Buscamos nuestro backpacker, Beach House, un precioso hostel a escasos cincuenta
metros de la playa donde tras preguntar si tenían camas disponibles, su dueño,
Charles, un hombre encantador, nos ofreció alojamiento sin ningún problema
(éramos los únicos visitantes que íbamos a pasar noche allí). Tras un rato
charlando con Charles sobre los planes que teníamos para el día siguiente,
dábamos por concluido un día inolvidable.
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