Para el día de hoy, nuestra
primera intención era la de ir a hacer una de las actividades más famosas de la
zona, la inmersión en busca del gran tiburón blanco. Amanecimos con el tiempo
algo revuelto, ya que durante la noche había estado lloviendo con fuerza y a
primera hora del día todavía quedaban restos del temporal que había azotado la
zona durante los últimos días, así que decidimos cambiar de planes y dejar en
el encuentro con el gran tiburón blanco para el día siguiente y dedicar el día
de hoy a visitar Hermanus, el pueblo por excelencia para el avistamiento de
ballenas, y es que nada más poner los pies en la ciudad, el ambiente ballenero
se respira en cada esquina. Me esperaba encontrar un pueblo pequeño, pero sin
embargo me encontré una ciudad bastante grande con todo tipo de servicios y un
ambiente muy agradable que enseguida me gustó.
Estuvimos un rato esperando en
nuestro backpacker a que los últimos coletazos del temporal terminaran, cosa
que aprovechamos para reservar los tickets vía Internet de nuestra visita del
día siguiente al gran blanco, ya que al hacer la reserva por Internet nos
ahorrábamos algo de dinero. Habíamos elegido una de las empresas más
recomendadas por los viajeros en los foros, la empresa del Capitán Brian
McFarlane (Great White Shark Tours) y la verdad que fue todo un acierto, aunque
de esto prefiero hablar en su momento.
Una vez cesó la lluvia, nos
pusimos en marcha hacia el centro del pueblo. Nuestro hostel estaba situado a
unos diez minutos andando de él, así que tras un agradable paseo llegamos en
nada al camino que transcurre por los pequeños acantilados de la zona. Se trata
de un camino de piedra que bordea toda la costa y que va uniendo los diferentes
acantilados que van saliendo a su paso. Este paseo recorre prácticamente todo
el pueblo, y es un sitio muy agradable para pasear, ya que desde él se obtienen
unas bonitas vistas del pueblo y nos va dejando en diferentes miradores desde
los cuales es bastante posible divisar ballenas. Al ser domingo nos encontramos
bastante gente en el centro del pueblo, aunque el lugar transmitía una
tranquilidad muy agradable.
Comenzamos a pasear por el camino
de piedra esperando tener suerte y avistar ballenas rápidamente, ya que la
noche anterior habíamos coincido con la pareja del hostel de Agulhas y nos
habían comentado que habían visto varias ballenas muy cerca de la orilla
durante el día anterior, pero de momento no había ni rastro de ellas.
Llevábamos más de una hora de paseo y la suerte se nos resistía, hasta que de
repente a lo lejos vimos como una enorme ballena sacaba más de medio cuerpo del
agua mostrando su enorme tamaño, una auténtica gozada.
Mientras observábamos a
nuestra primera ballena como mostraba sus aletas y parte de su enorme lomo,
enseguida empezamos a ver distintos chorros de agua salir con fuerza del agua a
pocos metros de ella, síntoma inequívoco que no estaba sola. Tras un rato de
espera, pudimos ver como tres ballenas más comenzaban a mostrar sus aletas y
parte de sus cuerpos, sin duda estábamos de suerte. Los diferentes acantilados
de la zona empezaron a llenarse de gente rápidamente, y es que el espectáculo
merecía toda la atención del mundo.
Estuvimos más de una hora viéndolas jugar
en el agua mientras hacíamos tiempo para la actividad que teníamos reservada
para hoy, kayak con ballenas. Lo habíamos reservado directamente a través de
nuestro backpacker con Walkerbay Adventures, una gente muy agradable.
Tras unos
primeros apuntes sobre en que iba a consistir la actividad, y tras algunos
consejos para saber como actuar ante un posible acercamiento excesivo de una
ballena a nuestro kayak (básicamente salir pitando lo antes posible, cosa fácil
de entender), nos zambullimos en las frías aguas del Atlántico en busca de
estos maravillosos mamíferos. Debido al temporal de los últimos días, el agua
estaba bastante movida, algo que me di cuenta nada más sentarme en el kayak, y
tras no más de cinco minutos remando, un fuerte mareo se empezaba a adueñar de
mi cabeza (se mascaba la tragedia). No habían transcurrido ni veinte minutos
cuando un mareo y malestar general se habían apoderado de mí, dejando claras
dos cosas, la primera que nunca seré un lobo de mar, la segunda y más
importante, necesitaba volver a la orilla lo antes posible. Tras un par de
avisos a nuestro guía dábamos por concluida nuestra excursión, volviendo a la
orilla con más pena que gloria, pero aún faltaba el broche final, ya que una
vez llegamos a la orilla, una fuerte ola tumbó nuestro kayak tirándonos de
este, dejando una imagen lamentable a los curiosos que se encontraban en los
acantilados de la zona, la humillación por mi parte era total. Tras el fracaso
total de la excursión, volvimos de nuevo a nuestro hostel para darnos una ducha
caliente y cambiarnos de ropa.
Repuesto ya de mi experiencia
maldita, nos dedicamos a pasar el resto del día con los pies en tierra firme,
paseando de nuevo por el camino de piedra que transcurre por la costa y
recorriendo todos los miradores del pueblo.
Nada más llegar al centro, de nuevo
volvíamos a estar de suerte, ya que volvíamos a avistar de nuevo tres ballenas,
esta vez mucho más cerca de la orilla que por la mañana. Verlas salir del agua
con esos enormes saltos que dan es una experiencia increíble, puedes estar
viéndolas horas y horas y no te cansas de mirarlas.
Cada vez que una de ellas
daba un salto, este era acompañado por aplausos y gritos de alegría de la gente
(yo incluido) que nos encontrábamos repartidos por los diferentes miradores.
Tuvimos mucha suerte, ya que las vimos durante toda la tarde, incluso
prácticamente al lado de la orilla, saltando de dos en dos, mostrándonos sus
enormes colas….una experiencia inolvidable.
Tras cientos de fotografías y
varios paseos por los diferentes miradores, dábamos por concluido nuestro día
en Hermanus. Mientras regresábamos a nuestro hostel una duda me atormentaba,
¿como iba a reaccionar mi cuerpo al día siguiente?, ¿estaba preparado para
estar cuatro o cinco horas en el barco?. Nos esperaba una actividad que ya de
por sí había leído que era bastante dura, ya que si el kayak había sido un
fracaso absoluto, la inmersión para ver tiburones podría ser un auténtico
infierno debido a que el barco se mueve mucho. Pero se trataba de uno de los
platos fuertes del viaje y no iba a darme por vencido tan fácilmente, ya que el
rey de los mares me estaba esperando. Tenía una cita con el gran tiburón blanco
y tenía pensado presentarme.
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