jueves, 22 de enero de 2015

Día 19 - Kathmandu - Danda Gaun (Tihar Festival)

La ciudad iba poco a poco preparándose para celebrar el Tihar Festival (tambíen conocido como Deepawali) y nosotros teníamos la suerte de poder vivir esta fiesta con Grande y su familia en su pueblo natal, Danda Gaun, un pequeño pueblo situado a las afueras de Kathmandu, concretamente a unos ochenta kilómetros de esta. 


Hay varias historias sobre la celebración del Tihar Festival. Una de las historias más famosas sobre su celebración tiene que ver con la historia de Yama, dios de la muerte y su hermana Yamuna. Yama había permanecido alejado de su hermana durante mucho tiempo. Su hermana deseaba reunirse con él, así que preguntó todo lo que pudo para  conseguir ver a su hermano. Envió un cuervo, un perro y una vaca hasta que finalmente pudo conseguir ver a su hermano. Una vez pudo reunirse con su hermano, lo bendijo con flores y una tika hecha de cinco colores diferentes. Además de las flores y la tika, Yamuna hizo un círculo con aceites y pidió a Yama que no saliera de este hasta que el aceite y las flores se secaran. Es por eso que cada Deepawali, todos los hermanos se reúnen y las hermanas veneran a sus hermanos varones con la tika, las flores y su círculo de aceite. Por eso esta fiesta es conocida como la fiesta de los hermanos.
Hay muchas otras historias sobre esta fiesta, pero la verdad es que para nosotros era una suerte poder vivirla en primera persona con la familia de Grande. En Nepal esta fiesta está considerada la segunda fiesta más importante del país, así que nos sentíamos afortunados e inmensamente agradecidos a Grande por su invitación. Para nosotros era el mayor de los regalos posibles.
Habíamos alquilado un 4x4 con el que viajaríamos toda la familia de Grande que vivía en Kathmandu, sus dos hermanas Sarita y Sunita, su hermano Ramesh, Dipak (Grande), César y yo. Su hermano Dinesh se uniría a nosotros más tarde, y el hermano mayor Raju nos esperaba en su pueblo natal. Todo estaba preparado para el gran día.
Como habíamos quedado con Grande a mediodía, íbamos a aprovechar la mañana para que César visitara Swayambhunath (Monkey Temple).


Desayunamos un café con pastas en Thamel, cosa que agradecimos enormemente después de tantos días de trekking. Tras el rico desayuno, dejamos todo preparado para marchar a mediodía y nos fuimos andando hacia Swayambhunath. 


Era mi tercera visita al templo, pero hubiera ido una cuarta, una quinta, una sexta.... Es una delicia pasear por sus rincones. Tras veinticinco minutos, llegamos a su entrada principal, subimos las famosas escaleras y tras el pago de la entrada (200 rupias), de nuevo volvía a estar cara a cara con los ojos de Buda. 


El lugar a primera hora de la mañana respira esa tranquilidad y espiritualidad que engancha. Hinduistas y budistas se mezclan a partes iguales, realizando sus ofrendas, girando sus ruedas de oración, recitando sus mantras y oraciones. Una nunca se cansa de un lugar como este. 


Estuvimos paseando por el recinto hasta llegar a Buddha Park y nuevamente emprendimos el camino de vuelta hacia la estupa. A estas horas de la mañana la tranquilidad que habíamos vivido antes se había transformado en un gentío y alboroto que restaba esa tranquilidad que se respira a primerísima hora de la mañana, así que tras un última vuelta, decidimos volver nuevamente hacia Thamel. 


Aprovechamos para hacer algunas compras y tras un descanso para comer, fuimos en busca de Grande. Preparamos los bártulos en el coche y por fin nos pusimos en marcha hacia Danda Gaun. 
Nada más salir de Kathmandu nos dimos cuenta que dejábamos el lado más turístico de la ciudad y nos adentrábamos en lo más profundo del país. Carreteras imposibles, vehículos atestados de gente, miradas curiosas hacia los turistas.... estábamos viviendo otra cara distinta de Nepal.
Tras algo menos de cinco horas llegamos a nuestro destino, no sin antes subir por una carretera de ocho kilómetros totalmente impracticable. Estaba claro que nos encontrábamos en la otra punta del mundo. Nada más llegar nos dimos cuenta que estábamos en un lugar totalmente diferente a lo que habíamos visto hasta ahora. Casas de barro, animales en casa, cocinas de leña.... la vida de nuestros abuelos en pleno siglo XXI. 


Lo que más me llamó la atención nada más salir del coche eran las miradas de los habitantes del pueblo, miradas mezcladas con alegría y curiosidad, con amabilidad y hospitalidad. Desde el minuto uno la familia de Grande y todo el pueblo se volcó con nosotros. Todo era poco para hacernos sentir como en casa. Todo era perfecto. Estábamos en casa.
Dejamos nuestras mochilas y nos pusimos a merendar los dulces típicos que se hacen para Deepawali, una masa exactamente igual que nuestros churros. La fiesta ya había comenzado.


Tras la cena, los primeros grupos de gente comenzaron a llegar a casa de Grande. Una de las actividades más típicas de esta fiesta consiste en que varios grupos de personas pasean de casa en casa bailando y cantando canciones típicas del país. 


Los dueños de las casas (e invitados) a cambio de los cánticos y bailes regalan dinero, comida y arroz. Algo curioso es que regalan dos tipos de arroz, uno con cáscara (mucho más barato) y otro sin cáscara. Un integrante del grupo se dedica a recoger en sacos los dos tipos de arroz que luego venden por separado para ganarse un dinerillo extra, además del dinero que los dueños dejan. El ambiente es de fiesta total y a nosotros por supuesto que nos encantó. 


Pasan montones de grupos, lo que hace durar la fiesta hasta bien entrada la noche. Era nuestro primer día de Deepawali y aún nos quedaban dos días más, así que poco a poco nos íbamos impregnando de esta preciosa fiesta nepalí en el mejor lugar posible.








No hay comentarios:

Publicar un comentario