sábado, 4 de abril de 2015

Día 1 - Marrakech

Esta nueva aventura nos iba a llevar a recorrer el sur de Marruecos durante ocho días. Nuestra intención era empezar por una ciudad que llevaba tiempo queriendo conocer, la ciudad de Marrakech, para después de un par de días en ella, comenzar una ruta hacia el pueblo de Merzouga para disfrutar de una noche en el desierto de Erg Chebbi y contemplar sus famosas dunas. Por el camino haríamos varias paradas para visitar zonas muy recomendadas por distintos viajeros, como la famosa Kasbah Ait Ben Haddou, las famosas gargantas del Dades y del Todra, o recorrer parte del valle del Draa, todo ello dejándonos impregnar por la hospitalidad y amabilidad del pueblo bereber, además de disfrutar de un paisaje que seguro no nos iba a defraudar.
Con todas estas expectativas, nos embarcábamos en nuestro avión rumbo a la ciudad de Marrakech y tras una larga escala en Madrid, aterrizábamos por fin pasada la una del mediodía en suelo marroquí.
Para ser principios del mes de marzo, nada más bajar del avión, un calor digno de pleno mes de agosto nos daba la bienvenida (no quiero imaginarme lo que puede ser esta ciudad en pleno verano). Pasamos el control de pasaportes, el cual nos llevó unos treinta minutos y salimos por fin con nuestras mochilas rumbo a la Medina. 
Antes de abandonar el recinto del aeropuerto, cambiamos treinta euros en las oficinas de cambio de este para poder llegar hasta el centro de la ciudad. Nos dieron un cambio bastante parecido al que tuvimos durante todo nuestro viaje (1 Euro - 10'50 Dírham).
Para llegar a la Medina (lo que los turistas podemos considerar el centro de Marrakech), teníamos pensado tomar el bus número 19, el cual tiene parada justo a la izquierda nada más salir por la puerta principal del aeropuerto. Comprobamos los precios (30 Dirhams ida, 50 ida y vuelta). Como éramos tres personas, preguntamos a uno de los muchos taxistas que esperaban en la entrada, el cual nos pidió 100 Dirhams, casi el mismo precio que viajar en bus, así que aceptamos.
En diez minutos llegamos a la Medina, así que tocaba la parte más difícil, encontrar nuestro riad entre los infinitos callejones de la Medina. El propio taxista llamó a un abuelo para que nos acompañara hasta nuestro riad, el cual sabíamos de sobra que nos iba a pedir propina a cambio, pero enseguida nos condujo hasta la puerta de nuestro alojamiento. Tras el corto paseo (dos minutos de reloj), comenzó el cansino arte de la propina. Nos pedía 50 Dirhams, unos cinco euros, cosa que evidentemente nos negamos. La cosa quedó en 10 Dirhams y un par de malas miradas.
Nada más llegar a nuestro riad nos dieron la bienvenida con un fantástico té a la menta, o como ellos lo llaman, whisky bereber con unas riquísimas pastas. Tras dejar nuestras mochilas nos pusimos en marcha hacia la famosísima plaza Jemaa el Fna. Seguramente una de las imágenes más conocidas de Marrakech e incluso de todo Marruecos. 


La plaza se encontraba muy cerca de nuestro riad, de hecho a escasos dos minutos andando, todo un lujo. Enseguida llegamos a ella y la primera impresión al ver la plaza fue de impacto. Era media tarde, así que los famosos puestos de comida comenzaban a preparar sus chiringuitos. El ritmo y la vida que desprende esta plaza es algo que te atrapa nada más pisarla. Enseguida nos encontramos a los primeros encantadores de serpientes, monos, grupos tribales tocando música, combates de boxeo improvisados.... Había visto muchas fotos de este lugar, pero sin duda la primera vez que la pisas no te deja indiferente. 


Fuimos a cambiar moneda a uno de los lugares más recomendados para cambiar dinero, la casa de cambio del hotel Ali, la que está justo detrás de la oficina de correos de la plaza, aunque como ya he comentado, el cambio era bastante parecido al cambio del aeropuerto (1 Euro - 10'60 Dírhams).
Tras cambiar moneda nos fuimos a pasear por los jardines de la Kutubía, otro de los iconos de la ciudad. 


El minarete de la Kutubía, de 69 metros de altura es prácticamente visible desde cualquier punto de la ciudad. La mezquita de la Kutubía y su minarete fueron construidos bajo el mandato de Abd Al-Mumin por el año 1157 y está prohibida la construcción de edificios más altos en la ciudad de Marrakech. Por desgracia, está prohibida la entrada a los no musulmanes, por lo que únicamente podemos contemplarla desde sus bonitos jardines exteriores. Como dato histórico, su imagen sirvió de modelo para la Giralda de Sevilla y la Torre Hasan de Rabat.  


Paseamos por sus jardines disfrutando de unas vistas preciosas sobre la torre, hasta que poco antes de las 17:00 h, los vigilantes de los jardines nos informaron que debíamos abandonarlos porque iban a cerrar. Aprovechamos para volver de nuevo a Jemaa el Fna y nos fuimos directos a probar uno de los famosos zumos de naranja naturales de los bonitos puestos que abundan en la plaza. Paramos en el puesto 27 por azar, en el cual nos trataron de maravilla y nos exprimió delante nuestro unos ricos zumos naturales por 4 Dirhams (40 céntimos). 


Este puesto se convirtió en nuestro puesto de referencia para los zumos. Tras pasar un buen rato con nuestro amigo del puesto 27, nos adentramos en otro de los puntos más turísticos de Marrakech, su famoso Zoco. 
En él, decenas o más bien centenares de puestos de babuchas, chilabas, especias, lámparas, bolsos, relojes....... el paraíso para los compradores compulsivos. 


La verdad que uno puede pasarse horas y horas recorriendo sus laberínticas calles mientras los dueños de las tiendas te reciben con las mismas frases repetidas una tras otra..... "más barato que Mercadona...", "Barcelona es bona si la bossa sona..." y así montones y montones de frases que se aprenden en diferentes idiomas. Uno puede pasar un rato agradable recorriendo sus calles, aunque como se puede apreciar en el individuo de la foto superior, hay veces que las fotos no son bienvenidas.


Tras un breve paseo por el Zoco, decidimos irnos a ver los jardines de la Menara para ver la puesta de sol, aunque preguntando a uno de los vigilantes de la Kutubía, nos comentó que cerraban también a las 17:00 h, así que decidimos subir a una de las terrazas más famosas de Jemaa el Fna, la terraza del Café Glacier, sin duda un lugar imprescindible de visitar. Para entrar es obligatorio consumir al menos una bebida, pero las vistas desde su terraza sobre Jemaa el Fna son inmejorables. 


Subimos justo cuando la plaza comenzaba a hacer el cambio entre la tarde y la noche. Comprobamos como los puestos de comida iban cogiendo forma poco a poco y los primeros clientes comenzaban a sentarse en sus bancos de madera para cenar. 


Contemplamos una preciosa puesta de sol desde su terraza, mientras por los altavoces de las mezquitas llamaban a la oración. Sin duda aquello fue una imagen inolvidable.


Aprovechamos para comer en el Café Glacier, ya que muchos viajeros lo recomendaban, aunque la verdad que a nosotros fue de los sitios que menos nos gustó. Quizás no acertamos con lo que pedimos, pero nos pareció que la comida no era el fuerte del lugar, eso sí, las vistas a la plaza como ya he comentado son únicas.


Para terminar el día aprovechamos y bajamos a pasear por los puestos de comida y dar otro pequeño paseo por el Zoco, donde los comerciantes iban desmontando los puestos poco a poco, terminando así su jornada de trabajo. 


La primera impresión de Marrakech había sido muy buena. El día siguiente lo teníamos entero para patear toda la ciudad en busca de sus rincones más recomendados.

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