domingo, 19 de abril de 2015

Día 4 - Skoura - Tinerhir

Despertábamos en el palmeral de Skoura, dispuestos a continuar con nuestro camino hacia las dunas de Erg Chebbi. Para el día de hoy teníamos como objetivo la visita de dos de las gargantas más famosas del sur de Marruecos, las gargantas del Dades y del Todra. Para empezar el día con fuerza, nuestros amables anfitriones del Auberge Ait Ben Hada nos habían preparado un delicioso desayuno que consistía en crepes de hojaldre con mermelada y pan recién hecho... delicioso.
Una vez acabamos, nos despedimos de nuestros amigos con foto de familia incluida y nos poníamos rumbo a nuestra primera parada del día, las gargantas del Dades, a unos setenta kilómetros de donde nos encontrábamos.
Para llegar hasta allí, bastaba con seguir la misma carretera del día anterior, la N-10 hasta encontrar el desvío de las gargantas, no tiene pérdida. Una vez llegamos al desvío (R-704 en la población de Boumalne), comenzamos a subir la carretera de montaña y enseguida nos vimos obligados a parar para disfrutar del bonito paisaje que nos acompañaba durante nuestro viaje. La kasbah Ait Moutad se veía preciosa desde la carretera.


Continuamos nuestro camino y de nuevo volvíamos a parar para contemplar las bonitas "montañas de Montserrat marroquíes". Se trata de unas formaciones que recuerdan a la montaña de Montserrat de Barcelona, aunque estas de un color rojizo tan característico de Marruecos. Algunos las llaman "dedos de mono", otros "dedos de dios". El paisaje desde aquí volvía a ser precioso.




A partir de aquí comenzábamos a subir la verdadera carretera que nos llevaba hacia las gargantas. Las montañas comenzaban a engullirnos poco a poco mientras ganábamos altura, a la vez que la altura de sus paredes nos hacían sentir cada vez más y más pequeños. Entre curva y curva llegamos hasta el mirador con las vistas más fotografiadas de la zona. Quizás la primera foto que uno ve cuando prepara un viaje a esta parte de Marruecos sea esta, la carretera que sube a las gargantas del Dades vista desde arriba con sus curvas imposibles retorciéndose entre la montaña, pero la verdad que una vez estás ante ella es imposible no quedar prendado de la belleza del lugar. 


La famosa foto se puede tomar desde la terraza del bar que nos encontramos una vez hemos subido parte de la carretera. Nosotros estuvimos un rato disfrutando de las vistas desde ella y no hizo falta consumir nada.
Tras disfrutar de las vistas, continuamos subiendo las gargantas. Estábamos de suerte, ya que a estas alturas de recorrido nos encontrábamos prácticamente solos, así que podíamos disfrutar de la zona tranquilamente. 


Continuamos subiendo, dejando atrás la parte más visitada de las gargantas hasta que llegamos a un repetidor desde el cual disfrutamos de unas bonitas vistas del valle y del río. 



La carretera continuaba, pero decidimos poner punto y final a las gargantas del Dades y continuar nuestra ruta hasta las gargantas del Todra. Para ello volvimos tras nuestros pasos por la misma carretera que habíamos subido, así que volvimos a hacer el mismo camino de vuelta hasta llegar nuevamente a la población de Boumalne, donde tomamos nuevamente la N-10 dirección Tinerhir. Teníamos por delante unos setenta kilómetros hasta llegar a nuestro destino. 
De nuevo montones de pequeñas aldeas con sus kasbahs se cruzaban en nuestro camino, dando una imagen muy característica a esta parte del país. Llegamos al cruce de Tinerhir y a mano izquierda encontramos el cartel que nos indicaba el camino hacia las gargantas del Todra (R-703), no tiene pérdida. Nada más tomar el desvío, enseguida nos recibe un bonito palmeral con la ciudad de Tinerhir a sus pies. 


Paramos para hacer unas fotos y un joven bereber se ofrece amablemente a enseñaros el palmeral y su kasbah, cosa que declinamos, ya que nuestra intención era irnos a visitar las gargantas, aunque si nos daba tiempo, iríamos a visitar el bonito palmeral de Tinerhir más tarde.
Camino a las gargantas encontramos nuestro alojamiento para el día de hoy, el Palmeral Guest House. Se trata de un alojamiento sencillo pero con unos dueños encantadores. Está situado en la misma carretera que sube a las gargantas. Decidimos parar para dejar las mochilas y tomar un té. Tras la parada, nos pusimos rumbo hacia las gargantas. 
La verdad que si las gargantas del Dades me gustaron, estas del Todra me parecieron mucho más espectaculares. Dejamos el coche aparcado nada más llegar a ellas y marchamos a recorrer a pie el primer tramo. 



Se trata de un recorrido precioso entre las inmensas paredes que nos rodean, mientras el río Todra transcurre lentamente a nuestro lado. Volvíamos a tener suerte, ya que apenas había gente a estas horas del día.
Tras el bonito paseo por esta primera parte, volvimos a nuestro coche y continuamos nuestro camino garganta arriba. Volvíamos a disfrutar de un paisaje árido y desolado, pero de una belleza innegable. 



Llegamos bastante arriba, hasta un pequeño poblado donde aprovechamos para dar un paseo y disfrutar de las vistas, mientras los niños del pueblo nos saludan muy amigablemente. Con esta parada dábamos por concluida nuestra visita a la zona. 


De nuevo volvíamos tras nuestros pasos y descendíamos la carretera que habíamos subido anteriormente. Como aún quedaban horas de sol, decidimos ir a visitar el palmeral de Tinerhir.


Bajamos hasta él y nos adentramos en su palmeral por nuestra cuenta. Sin destino fijo, caminamos por sus laberínticos pasillos hasta llegar a su kasbah. Una vez en ella, volvíamos a pasear ante la mirada atenta de los lugareños, quienes sorprendidos de nuestra visita, nos saludaban tímidamente. 


Tras el agradable paseo, volvíamos a nuestro alojamiento donde nos esperaban para cenar. Una rica cena a base de Harira, típica sopa marroquí (deliciosa) y brochetas de pollo. Tras la cena, pasamos una de las mejores noches de nuestro viaje en compañía de nuestros anfitriones. 


Estuvimos toda la noche tocando los timbales y contando adivinanzas entre risas, en un ambiente que nos hizo sentir como en casa. Gracias a la gente de Palmeral Guest House.

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