domingo, 26 de abril de 2015

Día 5 - Tinerhir - Merzouga (Desierto de Erg Chebbi)

Hoy era nuestro tercer día de ruta. Hoy llegábamos a nuestro destino principal del viaje, el pueblo de Merzouga para disfrutar de las famosas dunas del desierto de Erg Chebbi, aunque para ello teníamos por delante una jornada de viaje bastante larga, ya que desde el pueblo de Tinerhir, donde habíamos pasado la noche hasta el pequeño pueblo de Hassi Labied, el destino que habíamos elegido para disfrutar de las dunas de Erg Chebbi (pueblo vecino de Merzouga) teníamos unos doscientos kilómetros por delante, aunque en realidad fueron unos cuantos más, ya que nos despistamos en el cruce de Tinejdad y eso nos hizo perder más tiempo del previsto. 
Salimos temprano por la mañana de Tinerhir con la intención de visitar la ciudad de Erfoud antes de llegar a nuestro destino, así que nos pusimos en marcha. El camino nuevamente era bastante sencillo, bastaba con seguir por la N-10 dirección Tinejdad y una vez allí, tomar el desvío por la R-702 dirección Erfoud. Una vez llegamos a Tinejdad nos despistamos y no vimos la indicación de la R-702, así que continuamos por la N-10 dirección Errachidia. Cuando nos dimos cuenta de nuestro error ya estábamos bastante cerca de Errachidia, así que lo mejor era continuar hasta allí y enlazar con la N-13 dirección Erfoud. En realidad fue un mal menor, ya que aunque tuvimos que dar más vuelta, la N-13 nos llevaba también a nuestro destino.Forzados por nuestro despiste, variamos la ruta y una vez llegamos a Errachidia y tomamos la N-13, enseguida nos topamos con un precioso paisaje, se trataba del valle del Ziz. 


Desde arriba de la carretera sorprendía lo bonito que se veía el palmeral con sus kasbahs y pequeñas casas de barro en medio de un paisaje cada vez más y más árido, sin duda un síntoma inequívoco que cada vez nos encontrábamos más cerca del desierto. La zona bien se merece una parada de al menos un día, ya que me hubiese encantado visitar su palmeral y sus gargantas, aunque como era una zona que descubrimos por error, no tenía información sobre ella. Todo lo que he podido leer sobre la zona ha sido una vez regresamos del viaje, pero sin duda sería una parada obligatoria en un próximo viaje.


Continuamos con nuestra ruta dirección a Erfoud y poco a poco notábamos como el paisaje se iba transformando cada vez más y más en ese paisaje desértico que uno tiene idealizado en su interior. Llegamos a Erfoud, punto intermedio que teníamos previsto para visitar, pero tras el error de Tinejdad que nos hizo perder bastante tiempo, decidimos continuar nuestro camino hasta Merzouga.
Seguimos por la N-13 hasta llegar a la bonita entrada de Rissani, considerada por muchos como la puerta del desierto. En ella nos recibe una bonita puerta monumental que nos da la bienvenida a esta importante ciudad, lugar de nacimiento de la actual dinastía Alaoui a la que pertenece el actual monarca marroquí, Mohamed VI.


Paramos para estirar un poco las piernas y echar un vistazo a la ciudad, una visita rápida. Estábamos ya muy cerca de nuestro destino, a unos cuarenta kilómetros, así que decidimos ponernos rumbo a Merzouga. En concreto íbamos a disfrutar del desierto de Erg Chebbi con los amigos del albergue La Source, en el pequeño pueblo de Hassi Labied. En la zona hay montones de albergues y hoteles en los que se pueden realizar la excursión a las dunas, la cual puede consistir en dar un paseo por las dunas en camello o 4x4, o bien pasar una noche en una de las jaimas que están preparadas para ello en medio del desierto. Esta última era la opción que habíamos escogido nosotros, así que investigando por internet, encontramos muchas recomendaciones del albergue La Source, me puse en contacto con ellos (hablan español perfectamente) y enseguida llegamos a un acuerdo. Excursión en camello hasta la jaima y pasar la noche allí para ver el atardecer entre las dunas. Al día siguiente levantarnos temprano para ver amanecer y regresar a primera hora al albergue para desayunar en él.
Una vez dejamos atrás Rissani, nos adentramos ya por fin en la carretera que nos llevaba directamente al desierto. Las grandes dunas de arena ya se dejaban ver desde la misma carretera, mostrando lo bonito del paisaje.


Llegamos a nuestro destino poco antes del mediodía, así que aprovechamos para descansar y comer algo antes de salir en camello hacia las dunas. En el albergue nos prepararon una deliciosa tortilla bereber que nos hizo recuperar las fuerzas en un momento mientras contemplábamos la belleza de las dunas que teníamos justo delante de nosotros. Aquel lugar era un sitio que invitaba a relajarse y quedarse embobado contemplando el paisaje.


Sobre las 16:30 h nos pusimos en marcha. Junto con nosotros, un grupo de dos chicas y un chico franceses formábamos el grupo. Las dunas estaban situadas justo delante de nuestro albergue, así que el trayecto en dromedario duraba una hora y media aproximadamente hasta la jaima.


Queríamos fotografiar cada una de las dunas que salían a nuestro paso. Si la que estábamos pisando era preciosa, la siguiente la superaba, así una tras otra. Sin duda era el momento que habíamos estado esperando y solo quedaba disfrutar de él.



Finalmente tras casi dos horas de marcha llegamos a nuestro campamento. La soledad del desierto nos daba la bienvenida, mientras sus dunas cambiaban de color dependiendo de las nubes y el sol que se reflejaban en ellas.



Rápidamente aprovechamos para subirnos a una de las dunas que vigilaban nuestro campamento y nos dispusimos a disfrutar de una puesta de sol inolvidable. El silencio cautivaba, el paisaje abrumaba. El esfuerzo había merecido la pena.




Tras disfrutar de aquel momento, regresamos a nuestro campamento, donde nuestro anfitrión había preparado un delicioso té con menta a la vez que preparaba la cena, la cual consistía en una deliciosa Harira y Tajine de pollo.


Parecía imposible estar cenando aquello en un lugar como en el que nos encontrábamos, en medio de la nada, rodeados de enormes dunas de arena y con un cielo estrellado que comenzaba a aparecer tímidamente. Sin duda aquella cena era algo más.
Después de la deliciosa cena, pasamos la noche disfrutando de las estrellas y de la música de timbales que nuestro anfitrión tocaba con maestría. Pocas veces tiene uno la oportunidad de dormir en un lugar así. 


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