viernes, 1 de mayo de 2015

Día 6 - Merzouga - Ouarzazate

Aún sin recuperarnos del todo de las emociones vividas el día anterior, despertábamos en la jaima que nos había servido de campamento durante la noche. Eran pasadas las cinco de la mañana, y aunque a esa hora del día hacía frío, la noche la habíamos pasado bastante bien dentro de la jaima, donde varias mantas nos habían protegido del frío de la noche. Salimos de la tienda y nos encaramos de nuevo en la misma duna de ayer, la cual nos sirvió para contemplar un precioso atardecer. Tras un rato de espera, los primeros rayos de sol comenzaban a aparecer tímidamente entre las dunas. 


De nuevo éramos testigos de un paisaje que cambiaba de color a pasos agigantados, mientras las dunas empezaban a recibir los rayos de un sol cada vez más presente. El tono rojizo del día anterior volvía poco a poco a ganar protagonismo. 



Tras disfrutar en completo silencio de aquel precioso amanecer, regresamos a la jaima, preparamos nuestras cosas y volvimos de nuevo a subir a los camellos rumbo a la civilización. 


Tras hora y media de paseo entre las dunas de Erg Chebbi, llegábamos a nuestro hotel. Nuestra experiencia en el desierto había llegado a su fin, con el culo algo dolorido por los camellos, pero con la sensación de haber vivido una experiencia inolvidable. 
Una vez en el hotel, nos esperaban con un delicioso desayuno. Tras una merecida ducha, nos dispusimos a recuperar fuerzas con las últimas vistas de las dunas de fondo. La jornada de hoy había comenzado bastante temprano y todavía nos quedaban muchos kilómetros por delante, así que no podíamos perder mucho tiempo.
El camino de regreso hasta Marrakech comenzaba hoy. El regreso nos llevaría dos días, así que esta noche teníamos previsto pasarla en Ouarzazate, una de las ciudades más importantes del sur de Marruecos, la cual está situada a unos 365 kilómetros de Merzouga. La vuelta habíamos pensado en hacerla por el Valle del Draa, uno de los valles más bonitos de Marruecos. Su oasis está considerado uno de los más grandes del país, extendiéndose desde un poco antes de Agdz hasta pasado Zagora, con casi cien kilómetros de longitud.
Teníamos una larga jornada de coche por delante, así que nos pusimos en marcha temprano. Fuimos de nuevo hasta Rissani, donde aprovechamos para cambiar algo de dinero (con un cambio algo más bajo que en Marrakech) y despedirnos de nuestro anfitrión Hassan. Una vez acabamos las gestiones, tomamos la carretera N-12 dirección Alnif y enseguida comenzamos a disfrutar de la belleza del paisaje. 


Bosques de acacias en las faldas de altas montañas nos daban la bienvenida. El paisaje me recordaba más a la preciosa Garden Route sudafricana que al paisaje árido marroquí de los últimos días. El color verde había ganado protagonismo, dejando atrás esa sensación de sequedad de los últimos días. 



Continuábamos devorando kilómetros y disfrutando del paisaje, hasta que llegamos a nuestra parada intermedia del camino, la kasbah de Tamnougalt. Llevábamos ya casi trescientos kilómetros de viaje, así que decidimos parar en este bonito lugar para descansar un poco y visitar su bonita kasbah. 



Nada más llegar, como siempre un habitante de la zona se ofreció a enseñarnos la kasbah, cosa que aceptamos aún sabiendo que aquello conllevaba la obligatoria propina. 



La verdad que la visita nos encantó. A estas alturas de viaje ya habíamos visitado bastantes kasbahs, pero esta de Tamnougalt fue posiblemente la que más me gustó de todas las que visitamos. Nuestro simpático anfitrión nos llevó por todas sus laberínticas calles, entramos a visitar las casas por dentro (veinte familias bereber habitan en ella) y nos enseñó el día a día de estas familias. 



Nos enseñó donde cocinaban (nos ofreció un rico pan acabado de hacer en un horno tradicional), nos enseñó las bonitas vistas del pueblo desde una de las terrazas de la kasbah, paseamos por su bonito palmeral que transcurría a orillas del río Draa que da nombre al valle, nos explicó las costumbres bereberes.... 



Finalmente la visita la acabamos en lo más alto de la zona, desde donde disfrutamos de unas vistas preciosas del valle y del río Draa. Sin duda la visita había merecido mucho la pena y recompensamos a nuestro anfitrión con una buena propina (100 Dírhams). 



Con las pilas nuevamente cargadas gracias al descanso y la visita, nos pusimos nuevamente en marcha hacia Ouarzazate por un puerto de montaña donde nuevamente podíamos disfrutar de unas vistas sobre el valle que nos volvían a sorprender.
Sobre las seis de la tarde llegábamos a nuestro destino después de una larga jornada de ruta. Estábamos cansados por la paliza de coche, pero la ruta había merecido mucho la pena. Solo nos quedaba encontrar nuestro hotel y darnos una ducha caliente. Para ello necesitamos la ayuda de un taxista que nos llevó a nuestro hotel, ya que estaba a las afueras de la ciudad. Una vez llegamos, dejamos nuestras mochilas y nos dispusimos a descansar y disfrutar de un té a la menta del que ya nos habíamos hecho adictos. 
Tan solo nos quedaba una jornada de viaje, ya que mañana terminaba nuestra aventura al desierto de Erg Chebbi. Todo había salido de maravilla y la ruta había superado todas nuestras expectativas. Tan solo nos quedaba disfrutar de las últimas horas.

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